Un soplo de aire fresco



En estos días «especiales» me he detenido a observar a las personas que se han cruzado en mi camino y he visto de cerca el sentimiento que se desprendía de cada uno de ellos, así como el recogimiento, la devoción y la paz que respiraban y que parecían recibir ante los propios acontecimientos.

Creo que todos estamos necesitados de un «soplo de aire fresco», que al igual que muchos lo encuentran en el ejercicio, la alimentación sana, la cultura, la naturaleza o el aire libre, otros lo encuentran en el fortalecimiento del alma, no olvidándonos de lo que el conjunto y la suma de estos hábitos pueden llegar a engrandecerla.

Yo particularmente busco ese «soplo de aire fresco» todos los días, principalmente por la mañana temprano. Es mi vitamina, mi reconstituyente, aunque hay otros muchos momentos en los que tengo que recurrir a ella según se vaya presentando el día y os puedo asegurar que a mí me funciona.

Lo busco cuando no sé que hacer y tengo que tomar una decisión, confío en mi vitamina —en ese soplo de aire fresco— y normalmente me viene una respuesta; cuando estoy triste, abatido y apesadumbrado; cuando estoy nervioso por algún asunto que hay que resolver, un problema que se ha planteado o una reunión importante; cuando estoy inquieto y algo me impide avanzar; cuando tengo que escribir o dar una charla y me falta la inspiración o simplemente me bloqueo; cuando dudo y no tengo confianza en mí mismo o en algo que acontece; cuando la impaciencia, el miedo o la inseguridad se apodera de mí; cuando he cometido un error o sé que me he comportado mal con un amigo, con mis hijos, con mi mujer; cuando me viene la cobardía para dar un nuevo paso, un paso importante, un paso difícil.

Para mí ese «soplo de aire fresco», es la mejor vitamina, porque aparte de cuidar de mí física y mentalmente, siento que camina a mi lado acompañándome en mis pasos continuamente.

Sí, estoy hablando de Dios. Hoy toca hablar de Dios. Imagino que es muy difícil comprender todo esto para alguien que no cree en Él, no habiendo recibido mención alguna, ni sentido nada parecido en su interior. Para esta persona, es muy difícil entender a toda esa otra gente que pacientemente permanece durante largas horas, esperando que ese «soplo de aire fresco» se acerque a ellos y les reconforte con ese abrazo o caricia que sienten a su paso.

La verdad, es que una gran mayoría de los que dicen no tener fe, son personas fantásticas que tienen mucha más fe que los que «presumimos» de ella, son mucho más generosas, caritativas y nos dan lecciones a diario por las que —yo particularmente—, me tengo que quitar el sombrero. Sin dudarlo, tienen a Dios en su interior, va con ellos, aunque no le reconozcan.

Tenemos miedo a hablar de Dios. Nos vanagloriamos y recreamos a diario hablando o defendiendo otras cosas en la vida que son intrascendentes o carecen de importancia alguna y sin embargo, ¡cuánto nos cuesta llegar transmitir a los demás lo que sentimos en nuestro interior y manifestarlo con cada una de nuestras acciones! Pero está claro que el sentimiento en el que participaban estos días las multitudes de los numerosos actos, de las diferentes ciudades y pueblos conmemorando la Semana Santa, es un ejemplo, una manifestación que a su vez transmite, comparte y contagia en cada rincón ese «soplo de aire fresco».

Para mí es la «gran vitamina» que me mantiene en forma interiormente, porque a lo largo de mi vida, me ha dado respuestas y soluciones, recibiendo una continua «brisa» que me impulsa, me arrastra y mueve mis pasos, llenándome de valentía, de fuerza, paciencia, tranquilidad, inspiración, confianza y esperanza, recuperando el ánimo y el entusiasmo por la vida y por las personas que se cruzan en mi camino.

A mí, me hace crecer como persona, sentir lo que se mueve en el interior de aquellos que tengo frente a mí e intentar aportar aquellos valores, dones, cualidades y capacidades que he recibido gratuitamente.

Me reconforta ver cuando después de un nuevo artículo en este blog, después de una charla o un simple comentario, consejo u opinión, en los cuales no me he sentido inspirado o considero falto de mensaje, alguien me manifiesta la ayuda que le han proporcionado mis humildes palabras. Pero es mucho más reconfortante cuando al contrario, de esa persona de quien menos lo espero, recibo una lección inesperada que «resopla» en mi interior y que me hace entender la verdadera humildad y generosidad.

Muchas gracias por estar aquí y no te olvides de tus comentarios y de compartir este artículo, es importante y aporta granitos de arena para llenar el mundo de alegría, esperanza y felicidad. Un saludo.

¡Ah! y nunca os olvidéis de ese «Soplo de Aire Fresco» que muchas veces sentimos en nuestro rostro, porque es el que nos acompaña siempre en nuestro camino. FELICES PASCUAS.




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