No hay atajos

Pixabay mrsp21

Vivimos en un mundo en el que hay tantas cosas que nos gustaría conseguir, que rara es la vez en la que no se nos pase por la imaginación averiguar cuál es el camino más fácil o cuál es el atajo que nos lleve más deprisa.

El esfuerzo, la paciencia, el sacrificio o la constancia, se nos presentan como obstáculos en nuestro camino que parecen retrasar la consecución de nuestros sueños.

Continuamente se sucede en nuestra mente la búsqueda de atajos para que el camino sea más corto y más fácil. No importa apartar a los que se cruzan ante nosotros; negar la ayuda a quien camina lento o se ha caído; engañar o equivocar al de enfrente para que desvíe su ruta; abrazar a quien te tienta con una solución deshonesta, inmoral o perjudicial para otras partes.

Los atajos son verdaderas trampas en las que podemos caer fácilmente. Los atajos nos hacen tropezar y desviarnos del verdadero camino. Porque el atajo y la trampa es el recurso del necio, del torpe, del egoísta, del ignorante, del insensato, del ciego que no quiere ver, de todo aquel que nunca mira qué van a ganar o perder las otras partes implicadas.

Hay decisiones donde nos proponen la injusticia, la inmoralidad, el engaño, la promoción rápida, el dinero fácil; decisiones difíciles que vienen de gente allegada, de la empresa, de compañeros, de amigos, de jefes; decisiones que son grandes atajos para llegar a ese podio de los triunfadores equivocado que promete el éxito, el poder y la felicidad; pero en ellas nos jugamos precisamente esto último, la felicidad, el sentir que nuestro corazón sigue vivo y que el amor debe de ir por delante de cualquier otro falso regalo de bienestar.

No podemos valorar equivocadamente. Si pasa ese tren que alguien dice que es el nuestro, no subamos sin ver a dónde conduce, qué paradas va a tener en su trayecto, quién va dentro y si de verdad nos va a llevar a nuestro verdadero destino. Puede que te equivoques y dejes pasar tu tren, pero nunca te preocupes, porque si era tu camino, si era tu viaje, vendrá otro que te invitará nuevamente a subir; pero si de verdad no era el tuyo y te vas dando cuenta que ese no era el recorrido previsto, no lo dudes, bájate.  Necesitas equivocarte. No es tan grave equivocarse. Es más, es necesario equivocarse para aprender y para mejorar. Es mejor reconocer el error y corregirlo, que permanecer en él y seguir errando.

Pero siempre debemos tener en cuenta que nuestras decisiones no son gratis; ni las que tomamos ni las que no tomamos. Lo bueno es que las decisiones siempre nos hacen aprender. El atajo y la trampa lo que nunca deben impedirnos es aprender, rectificar, crecer, incluso compartir nuestra experiencia para que los que nos siguen, no cometan los mismos errores.

El camino al cielo es estrecho, difícil, duro y doloroso, pero es el único camino que a pesar de los tropiezos, las caídas y las heridas, nos enseña a levantarnos y a caminar erguidos sintiendo la felicidad en las personas con las que nos hemos cruzado.

Cuando te propongan un atajo, cuando vislumbres un camino, cuando tengas que tomar una decisión, tómate un rato de silencio y piensa si ese camino puede romper tu paz interior o te permite seguir a tu corazón.

No hay atajos para crecer, ni atajos en los estudios; no hay atajos en el amor, ni en la educación de los hijos; no hay atajos en el trabajo, ni el camino hacia tus sueños; no hay atajos que salgan del corazón, ni atajos hacia el cielo.



Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
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"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"


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