¿Dónde está Dios hoy?



Cuando sufrimos la quiebra de nuestro negocio perdiendo todo —aunque éramos personas de fe—, también nos preguntamos dónde estaba Dios en ese momento y por qué nos pasaba eso a nosotros siendo buenas personas. Sentíamos enfado, rabia, preocupación, un miedo que nos hizo mantener muchas conversaciones con Él, haciéndole sentir nuestras lágrimas y nuestro sufrimiento y el de nuestros cuatro hijos, al tener que volver a empezar de nuevo con cuarenta años. Nos dimos cuenta que aún siendo personas de fe, la desesperanza se iba a apoderar de nosotros porque esa fe era muy débil, una fe de tradición, de esa que figura en una etiqueta que solamente dice soy católico. Sin embargo, parece que a Dios le importó poco esa mínima fe tan débil, porque nos concedió el ánimo, la fortaleza, el optimismo, el coraje, la determinación y una nueva esperanza que salió de nuestro corazón y de todo nuestro cuerpo, para descubrir nuestro gran amor hacia cada uno de los miembros de nuestra familia, así como nuestros dones, cualidades, conocimientos y capacidades para ponernos a trabajar para recuperar todo lo perdido, sin miedo y con la suficiente energía para salir de ese pozo. El tiempo nos enseñó que eso era un simple tropiezo en el camino para encontrar la verdadera felicidad, una felicidad que en su momento pareció que nos había robado y que sin embargo solo la apartó para descubrir la que tenía preparada para nosotros.

Todos nos preguntamos o nos hemos preguntado alguna vez dónde está Dios porque las adversidades nos superan y no terminamos de entender nada de lo que sucede a nuestro alrededor. Pero, bajo mi humilde opinión y las experiencias vividas con el paso de los años, creo firmemente que hoy Dios está donde ha estado siempre, en nuestro corazón el cual hay que abrir para dejar que salga y por supuesto en el corazón de cualquiera que se cruza en nuestro camino. O sea, que siempre está y ha estado a nuestro lado, tan cerca de nosotros que solamente tenemos que sentirlo en nuestro interior y dejarle hacer a Él. 

Por supuesto como decía antes, esa es mi humilde opinión, la opinión de una persona que todavía tiene mucho que crecer en la fe y que también sigue teniendo dudas, pensamientos, distracciones y tropiezos que me intentan desviar de mi camino para encontrar el verdadero sentido de la vida.

Parece una incongruencia preguntarse dónde está Dios hoy, cuando por otro lado la mayoría dice que no lo necesita para nada.

Pero esa es la pregunta que siempre estará ahí para aquellos que no han tenido la gran suerte de sentirle, porque además nadie les ha hablado de Él o lo poco que saben les tiene totalmente confundidos.

Aunque para muchos el tema de Dios no les merece ninguna importancia o era un cuento que les contaron de pequeños, ahora tiene la misma importancia de siempre y es la respuesta o la solución a la gran deshumanización del mundo, donde todos participamos y sufrimos el egoísmo, la soberbia y la injusticia que se vive en el día a día.

Se necesitan respuestas rápidas a las preguntas que unos y otros nos hacemos  y cuando no las tenemos, simplemente dejamos de tener esperanza alguna y rechazamos la posibilidad de que ese Alguien que tenemos tan cerca o dentro de nosotros exista, o sea tan poderoso y tan bueno como para concedernos algo. Siempre solemos despreciar a aquellos a los que nos acercamos para pedirles tan solo un favor y nos niegan la ayuda que necesitamos, cuanto más a Ese que dice que está ahí pero no le vemos y no nos dice nada porque parece que nos ignora o no nos escucha. Y lo cierto es que siempre nos presta atención y que siempre da respuestas y actúa. Pero hay que detenerse y escuchar; abrir los oídos, entender y ver en cosas que suceden en nuestro día, la cantidad de mensajes que recibimos para saber pensar, valorar, decidir y actuar.

Yo tengo que aprender a creer más, tener más fe,ser más humilde, más generoso y darme cuenta también de la cantidad de veces que tengo frente a mí a Dios y paso sin prestarle la mínima atención o le dedico tan solo unos minutos de mi día. Aún así, cuando abro mi corazón, Él olvida mi desprecio, se pone ante mis ojos y me deja verle y sentirle en todo lo que pasa a mi alrededor:

Sobre todo cuando veo la sonrisa, la mirada, la alegría que irradian las personas que están llenas de Dios, deseando ser como ellas y creer como ellas. 

Cuando veo la generosidad, la bondad y el amor que regalan muchas personas a otros, veo que Dios está ahí.

Cuando veo a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos; su amor, sus sonrisas, su alegría, sus abrazos, veo que Dios está ahí.

Cuando veo trabajar a quienes disfrutan dando un buen servicio con una sonrisa, con amabilidad, poniendo su atención en las necesidades del cliente, del compañero, con verdadero afán de servicio, veo que Dios está ahí.

Cuando veo a una madre o a un padre abrazar a su hijo, veo que Dios esta ahí.

Cuando veo a un enfermo grave que ofrece su enfermedad y su sufrimiento por otros que sufren más que él, veo que Dios está ahí.

Incluso, cuando voy a pasear por la dehesa que hay frente a mi casa y veo los árboles, los jardines, los matorrales, el sol, el aire, las flores, los pájaros, los insectos, tanta vida y tanta belleza, veo que Dios está ahí.

Todos preguntamos dónde está, por qué no le vemos, por qué no nos dice nada, y sin embargo no queremos verle tampoco en las personas que necesitan ser escuchadas, que nos interrumpen, que pretenden quitarnos nuestro tiempo, que nos aburren con sus problemas, que nos irritan o que nos piden ayuda, sin darnos cuenta que detrás de cada uno de ellos está Dios hablándonos para responder a nuestras preguntas.

¡Cuántas veces me ha ayudado en situaciones difíciles indicándome como actuar! ¡Cuántas veces he sentido las fuerzas que me hacían falta! ¡Cuánto amor me ha dado para querer a mi mujer y a mis hijos! Si tengo que responder nuevamente a la pregunta: ¿dónde está Dios hoy? Yo respondo que le veo en todas partes y está donde siempre; siempre ha estado donde está ahora, solo hay que abrir los ojos para verle y prestar atención para escucharle, pero hacer falta querer. Uno cree que es uno mismo el que encuentra soluciones para todo y el que saca fuerzas de cualquier sitio, pero son muchas veces las que no nos paramos a preguntarnos: ¿de verdad fui yo el que pudo con eso?

Yo tuve la gran suerte de nacer y crecer en una familia católica y sin embargo viendo que Dios está ahí y está siempre para mí, yo le defraudo a menudo porque sin embargo no estoy ahí siempre para Él.

Como vengo diciendo desde el principio, yo no soy nadie y estas palabras son solo una humilde opinión basada en mi sencilla experiencia personal, por eso si quieres profundizar más hay muchos testimonios que pueden aclararte dónde está Dios. Aquí te adjunto unos cuantos pero hay muchos que posiblemente te hagan ver luz donde parecía que solo había oscuridad:


La conversación con Dios de un joven soldado antes de morir.
El joven soldado se dirige a un Dios que no conocía, del que no le habían hablado. Pero en medio de la muerte lo había descubierto y aún sabiendo que su vida estaba en juego confesaba ya no tener miedo a morir pues había descubierto precisamente dónde estaba la verdadera vida.

Esta es la oración íntegra hallada en el bolsillo de Aleksander Zacepa:

¡Escucha, oh Dios! En mi vida no he hablado ni una sola vez contigo,
pero hoy me vienen ganas de hacer fiesta.
Desde pequeño me han dicho siempre que Tú no existes...
Y yo, como un idiota, lo he creído.
Nunca he contemplado tus obras,
pero esta noche he visto desde el cráter de una granada el cielo lleno de estrellas
y he quedado fascinado por su resplandor.
En ese instante he comprendido qué terrible es el engaño...
No sé, oh dios, si me darás tu mano,
 pero te digo que Tú me entiendes...
¿No es algo raro que en medio de un espantoso infierno
se me haya aparecido la luz y te haya descubierto?
No tengo nada más que decirte.
Me siento feliz, pues te he conocido.
A medianoche tenemos que atacar,
pero no tengo miedo,
Tú nos ves.
¡Han dado la señal!
Me tengo que ir.
¡Qué bien se estaba contigo!
Quiero decirte, y Tú lo sabes, que la batalla será dura:
quizá esta noche vaya a tocar a tu puerta.
Y si bien hasta ahora no he sido tu amigo, cuando vaya, ¿me dejarás entrar?
Pero, ¿qué me pasa? ¿Lloro?
Dios mío, mira lo que me ha pasado.
Sólo ahora he comenzado a ver con claridad...
Dios mío, me voy... Será difícil regresar.
¡Qué raro, ahora la muerte no me da miedo!

Otro importantes testimonios:
San José María Escribá: Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Dios nos espera cada día en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo. (Conversaciones, n. 113-114)



Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

Comentarios

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...