De qué te sirve ganar el mundo...


Poder, éxito, prestigio, dinero... Parece que ese es el objetivo general que se mantiene entre los deseos de la mayoría de las personas. Eso es lo que la sociedad nos inculca desde que nacemos y lo demás no tiene ningún sentido, porque eso y solo eso, es lo que lleva a la gran felicidad del ser humano. Pero todos conocemos multitud de personas que han llegado a lo alto de esa pirámide y ha resultado que no han encontrado esa deseada felicidad, sino que más bien han encontrado un vacío que parece inexplicable.

Y es que la razón está en que, de qué te sirve ganar el mundo...

Si te olvidas del corazón.

Si  no sientes las miradas de los demás.

Si no escuchas las voces de tu alrededor.

Si dejas de arriesgarte por quien está a tu lado.

Si tus manos se ha hecho cómodas y no son capaces de tenderlas a los que tienes enfrente.

Si te olvidas del daño y del sufrimiento que causan tus decisiones.

Si no descubres la importancia de transmitir alegría y felicidad.

Si no te das cuenta de tu propio vacío.

Si has olvidado la importancia de poner amor en tus acciones.

Si has dejado de buscar el bien y lo mejor para todos en aquello que haces.

Si apartas de ti todo lo que te estorba sin descubrir lo que te aporta.

Si no conoces la satisfacción que produce engrandecer a las personas.

Si te olvidas de la familia.

Si todo en ti se ha convertido en egoísmo.

Si te has olvidado de la satisfacción de dar y solo te importa la satisfacción de recibir.

Si no has descubierto el poder de la humildad.

Si en tu camino no has tenido en cuenta las bondades del agradecimiento.

Si todavía nos has podido diferenciar el poder de la gloria.

Si en tu caminar no has terminado de entender la expresión visible del bien.

Si no has podido vencer la adicción a la droga del poder.

Si no le has dado importancia al referente o la huella que has dejado en el mundo.

Si has dejado de levantar cimientos que construyen y has vendido ese humo que desaparece.

Si no te has llegado a plantear, para cuántos has sido su trébol de cuatro hojas.

Si no has hecho brillar en los demás tu verdadera tu luz.

Si no ha sabido engrandecer a las personas que han estado a tu lado.

Si en tu camino no has aprendido a ser un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.

Si no has terminado de comprender la importancia del ser antes que el tener.

Si has dejado de ver y sentir el cielo aquí en la tierra.

Si tu riqueza material se ha convertido en pobreza espiritual.

Somos tentados por el afán de tener, por el deseo del poder, por la ambición de ser adorado, por ser el centro del mundo, porque los demás giren a mi alrededor, porque me sirvan en lugar de servir, por la falta de sensibilidad, por no tener compasión, por acostumbrarnos a que otros sufran, por tener siempre excusas, razones y explicaciones que solo nos conforman un rato (Papa Francisco).

La vanagloria, los aplausos y el engreimiento son fiebres que pasan rápidamente, quedando la secuela de la gran soledad.


Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

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