Cuando iba a publicar este artículo, casualmente leí el publicado por José Nicolás en la página de opinión del periódico "El País", haciendo referencia a la precariedad laboral en todos los sectores, a las empresas que se aprovechan para ofrecer unas penosas condiciones laborales, a esos ínfimos salarios y horarios sin fin y sin cobrar horas extras, a esa continua humillación y falta de respeto unida a la presión continua por los resultados, así como a la aceptación a cualquier forma de explotación para obtener un trabajo.
En el artículo de hoy, hago referencia a la gran enfermedad que afecta en general al poder y particularmente al mundo de la empresa. Esos importantes virus que asolan el mundo y que necesitan una pronta inoculación para recuperar la alegría laboral, el entusiasmo, la implicación, la iniciativa y la responsabilidad.
La soberbia, el egoísmo, la ambición, la venganza, el rencor e incluso el odio, van generando un gran contagio que se esparce por el mundo y lamentablemente por las empresas, por la política, por el poder, por todos aquellos destinados al bien común, para que este no se produzca. Y la pena es que muchos otros quieren contagiarse de él con ese falso éxito, no midiendo sus consecuencias sino el bienestar personal y satisfacer su ego aunque eso tenga un mal final para unos y otros.
Tantos máster, cursos sobre liderazgo, motivación, crecimiento personal y parece que lo que solamente queda de esas enseñanzas es el éxito, el dinero, la posición social, la vanidad y la soberbia, dejando a un lado o en último lugar ese bien común, el respeto, la generosidad, el compartir, el enseñar...
¿Tan difícil es llegar alto y mirar para abajo para empoderar a todo aquel que se ha encontrado uno en el camino participando de ese éxito?
¿Tan difícil es evitar no contagiarse de esos poderosos virus y no preocuparse de encontrar la vacuna que da importancia al ser ante el tener?
¿Tan difícil es proponerse ganar simplemente lo justo y disfrutar de la alegría y satisfacción del equipo premiando su trabajo, así como el agradecimiento del cliente por el servicio, la atención y el justo precio?
¿Tan difícil es el reconocimiento, el respeto, el perdón y las disculpas, sabiendo los errores que uno mismo comete y desvía irresponsablemente hacia otros?
Pero el contagio crece y pocos buscan esa vacuna que te devuelve la salud en el corazón y en el alma y que no solo produce tu felicidad sino la de todo aquel que se acerca a ti. Parece que ese gran virus, la gran droga del poder produce un pronta felicidad y satisfacción que aunque sea falsa y conduzca al vacío, crea adicción e impide la fortaleza y valentía para rechazarla.
Estos virus que invaden el mundo, tiene su vacuna, una vacuna gratuita, que inmuniza contra los malos comportamientos en la familia, trabajo, sociedad.... Una vacuna que está en el interior de cada persona.
¿Tanto miedo se tiene a esta importante inoculación que necesita urgentemente el mundo?
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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