Es una lástima ver la falta de entusiasmo en el trabajo, la queja continua y el descontento —cada vez mayor—, que te comenta uno y otro en sus diferentes sectores.
Unos, por culpas de esos líderes, jefes, responsables o encargados que alguien que no tiene dos dedos de frente ha puesto ahí porque eran baratos, les reían las gracias o bien porque otro mejor podría hacerles sombra.
Otros, porque tanto quiere ahorrar y tanto quiere ganar «la empresa», que se olvidan de pagar el conocimiento, la sabiduría, la creatividad y la experiencia.
Y una gran mayoría, porque el ambiente que se ha creado en la empresa con tanta presión, con tanto desconocimiento, con tanto orgullo y tanto incompetente, hace insoportable aguantar un día más el pensar que los que dirigen la empresa sepan gobernar la nave sin hundirla.
Ahora no importa ser un referente, o más bien algunos se creen que ser un referente es salir en las redes sociales. Pero lo verdaderamente importante es ser una buena luz que ilumine las empresas y a cada uno de los forman parte de ella.
Hacer brillar nuestra luz para que todo el equipo salga de la oscuridad o de esa penumbra que oculta los dones y las capacidades de cada uno.
Hacer brillar la luz con el ejemplo, con la confianza, con alegría, con el interés, con la iniciativa, mostrando la calidad de un buen servicio o producto, al que todo el equipo le ha puesto amor.
Hacer brillar la luz para que impere la madurez humana que priorice a la persona, esa que siempre será la que, con su empoderamiento, haga crecer la empresa y sus resultados.
Ser la sal que dé ese maravilloso sabor que alegre el día de cada uno, para que el aroma y el ambiente que se respire contagie a unos y otros a imprimir de entusiasmo cada proyecto y se vuelva cada uno a su casa, con el regusto de la satisfacción del trabajo bien hecho y que bien merece su continuidad el día siguiente.
La sal y la luz harán florecer cualquier pequeño metro cuadrado en donde uno haya sido plantado. Los frutos siempre nacen de regar las plantas. Descuidarlas y pisotearlas solo consiguen su muerte.
Todos tenemos oro en el corazón, pero hay que escarbar y sacarlo. Todos podemos poner sal y luz en cada cosa que hacemos. Pero parece ser que ponemos todo nuestro interés en recibir, olvidando la importancia del dar, del compartir, del transmitir, de contagiar todo lo bueno que puede hacer crecer a quien tenemos enfrente.
Si conocemos mejor el camino que otros, nos incumbe la importante misión de ayudar a los demás siendo sal y luz. Tenemos el deber de preocuparnos por todos aquellos que estén a nuestro cargo, en nuestro equipo, en nuestra familia, en nuestra comunidad.
Debemos ser sal y luz para todas esas personas que vagan perdidas y sin sentido.
Tal vez te interese lo que leía el otro día: No nos damos cuenta de que nuestra existencia solo tendrá sentido en la medida que pase a formar parte de los demás, disolviéndonos en ellos. Existimos no para nosotros mismos sino para los demás. Lo nuestro es iluminar un mundo envuelto en tinieblas, totalmente desorientado, sin saber adónde va. Un mundo que ha perdido el norte y el sentido de la vida. Lo nuestro es sazonar un mundo demasiado soso, demasiado cansado y aburrido. Lo nuestro no es ser fuegos artificiales que deslumbran un momento y se apagan. Lo nuestro tampoco es decir cuatro chistes para entretener a los demás. Lo nuestro es descubrir en Jesús la belleza y el sentido profundo de la vida. Lo nuestro es reivindicar para los hombres y mujeres de este mundo el derecho a ser felices. «Hoy me comprometo a no pensar en mí mismo sino a pensar sólo en los demás. No me puedo permitir una vida mediocre, vulgar, vacía. Tú sí que has sido LUZ Y SAL. Luz para alumbrar a las naciones y sal para dar sabor y alegría a todo el mundo. Haz que yo sea una pequeña lamparita encendida y un granito de sal bien sazonad» (Lectio Divina Iglesia de Aragón).
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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