Una invitación


Disculpadme, pero creo que debo compartir mi alegría. Me hace feliz compartir mis momentos buenos.

¿No os ha pasado el sentir envidia al ver una persona alegre, sonriente, feliz, que se cruza en tu camino y te transmite algo que tú también desearías?

¿A quién no le encanta compartir la alegría de un amor, de un examen aprobado, de un buen contrato de trabajo, de un éxito, de una felicitación, de cualquier cosa que le haga feliz? ¿No corremos todos a contarlo?

A mí me hace feliz y me llena de alegría, ser un buen esposo, padre, abuelo, amigo; también ser un buen trabajador y un buen jefe; pero sobre todo, ser un buen cristiano. Y todo esto me gusta contarlo porque cuando eres un buen cristiano, lo demás sale sin darse uno cuenta al estar tu corazón con Dios. Es raro que uno haga todo eso bien y no lleve a Dios consigo.

Algunos dicen que este no es un espacio para hablar de Dios. Pero todos vemos que también se habla de política, de inmigración, de ecología, de musculación, de alimentación sana, del calentamiento global, de hijos, de familia, de normas, de generosidad y hasta de guerras.

Y es que los cristianos somos incómodos, muy molestos. En el trabajo, somos rebeldes contra la injusticia, la falta de honestidad o el abuso de poder. Con los amigos, porque procuramos corregir al que yerra. En la familia, porque reprendemos pretendiendo ser personas con principios, defendiendo los valores humanos y no dejándonos llevar por un mundo desnortado.

Somos muchos los que creemos que Dios debe estar en todo eso para que el mundo mejore. Dios no ha desaparecido aunque algunos así lo crean, y es nuestro deber seguir mostrando que existe con nuestra forma de pensar, de decidir y de hacer.

Hay muchos que cada día acuden al gimnasio para cuidar el cuerpo, pero la pena es que se olviden de fortalecer el corazón, el espíritu, el alma, cuando eso también cuida el cuerpo y mucho. Entenderían esa alegría que comento si asistieran a la Eucaristía, rezaran alguna oración o simplemente hicieran una visita a una iglesia y pidieran al Señor, entender lo que no entienden.

Por eso los que nos hemos convertido, los que hemos conocido a Jesús, los que hemos sentido esa alegría, esa paz, deseamos compartirlo y que los demás también participen de ello, lo vivan, lo sientan, para que recobren esa felicidad perdida. Uno desea contagiar esa alegría allá donde esté. Compartir todo ese entusiasmo desde el corazón.

¡Y cuánto de eso hace falta en el mundo laboral! Da pena ver tanta cara triste, agobiada, presionada, humillada y explotada porque algunos han cerrado completamente su corazón y priorizan la ambición, la soberbia o el poder.

¡Qué falta le hace a España volver al catolicismo! Recuperar los valores humanos, los principios, la justicia, la moral, el amor...

Importa más el qué dirán, que lo que Él dirá.

Hay quienes buscan un gurú, un influencer, un consejero, un asesor. A mí me alegra haber encontrado todo eso en Jesús, y además gratis. Él es el que dirige mi plan de vida. 

Antes, en casi todas las casas, en los colegios, hospitales, comercios y hasta en algunas empresas, había un Crucifijo o una imagen de la Virgen, y en el día a día uno se sentía acompañado, protegido y hasta las penas eran menos o se llevaban mejor. Todo eso ha desaparecido diciendo que está pasado de moda y que era cosa de abuelos. No entiendo el perjuicio de tener esas imágenes. ¿Quién dice que ya todo esto está pasado de moda? ¿De verdad alguien cree que el tener Fe es una moda? 

Alguien me decía un día que ese Padre Celestial llevaba dos mil años sin hacer nada por este mundo. Pero eso es como si un hijo que está totalmente perdido, que ha hecho mil y un destrozos y anda metido en cantidad de líos, le echa la culpa a su padre después de que no ha obedecido ni ha hecho ni caso a ninguna de las recomendaciones, consejos y advertencias desde que era pequeño. Yo creo que no deberíamos echar la culpa a quien no la tiene.

Yo te invito a hacer esa visita a una iglesia. Lo mismo con esa simple visita y con tus preguntas a Dios, obtienes las respuestas que buscas y entiendes nuestra alegría, mi alegría. Lo mismo recibes una mirada cariñosa, penetrante; una mirada de amor que seduce y cautiva. La mirada de Jesús no se detiene en el pasado, solo le interesa lo que esa persona está llamada a ser.

A mí me hace feliz estar a su lado y te invito a probar. ¡Qué vas a perder!

No creo que mis palabras hayan ofendido a nadie, pero si es así, le ruego me disculpe. Mi intención ha sido simplemente compartir mi alegría.


Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"





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