Algunos que conocen mi espíritu optimista me preguntan que cuándo terminará la dichosa crisis. Buena pregunta ¿verdad? Pero debemos saber que esto no es como una nube de verano que deja el chaparrón y se va a otro sitio, más bien es como un huracán o un tsunami que arrasa con todo lo que pilla a su paso y no está bien sujeto. La dichosa crisis es como si te caes por un precipicio. En un mínimo lapso de tiempo tu caida es vertiginosa, y ruedas y ruedas hasta que tu cabeza se estampa contra el suelo. Quedas maltrecho, dolorido y sin saber quién te va a sacar de ahí ni cuándo y, precisamente por este motivo, lo más importante es que deberás plantearte cómo vas a salir.
Cuando me embargaron mi casa, mi primera pregunta no fue quién me iba a proporcionar otra y cuándo iba a ser eso, sino cómo iba a poder tener otra inmediatamente. Mi familia y yo no nos podíamos quedar en la calle, así que urgentemente tenía que buscar soluciones, porque era mi problema y porque no podía esperar sentado en un banco a que viniera alguien y me devolviera todo aquello que había perdido.
Con la crisis pasa los mismo. Nos hemos pegado un golpe de muerte y la pregunta no debe ser ni quién nos va a sacar de ésta ni cuándo lo van a hacer, sino cómo vamos a salir cada uno, individual y personalmente. Repito, el tema no es saber ni quién ni cuándo sino cómo, porque si tu supieras que te iban a sacar en una semana del precipicio, ¿no intentarías salir de allí como fuese? Sabes que no debes esperar porque si al final no viene nadie, tú te habrás muerto sin haber hecho nada. Y si tu supieras que en dos años se acaba la crisis, ¿no te obligaría a intentar hacer lo que fuese para que tu familia y tú no os muriéseis de hambre mientras tanto? Pues plantéatelo así, empieza a moverte porque puede ser que esta crisis dure uno, dos, tres años o veintisiete. ¡Pon la imaginación a funcionar ya!
Y ante todo, deja de darle vueltas, criticar y juzgar quién es el culpable. Da lo mismo, porque ninguno de ellos va a pensar en ti personal e individualmente y te va a dar la solución, tu solución, la que tú necesitas. Empieza a pensar urgentemente en cómo puedes solucionar tu problema, ponle imaginación, medita, céntrate en tus necesidades y busca soluciones. Te aseguro que las encontrarás, pero para ello tienes que ponerte las pilas. Si tienes que subir el precipicio y llegar nuevamente arriba, tendrás que apañártelas tú solo a pesar de los dolores. Nadie va a bajar allí a sacarte porque ni siquiera saben que están allí. Empieza a escarvar y fabricar escalones uno a uno, mirando por donde vas a subir y cómo te vas a sujetar. Y ten en cuenta que seguro que resbalarás y volverás a caer, pero esa misma rabia te impulsará a poner más empeño en seguir haciendo más y más escalones, creyendo en ti porque no puedes creer en nadie más. Lo puedes hacer, ten paciencia, poco a poco. Un paso detrás de otro, venciendo a la montaña, clavando tus pies en cada escalón y mostrando tu superioridad. Cada vez hay menos resbalones y la subida se hace más fácil. Ya queda menos. Y no mires atrás, ¿para qué? A ti lo que te importa es lo que está delante, tu futuro.
¿Crees que los que han montado un negocio han tenido un camino de rosas? Te aseguro por experiencia propia que han resbalado y caído muchas veces, han vuelto a dar con su cabeza en el suelo y se han levantado con fuerzas para conseguir su propósito. Tú eres el único que vas a hacer que termine la crisis, la tuya propia y cuanto antes te pongas a cavilar y tu imaginación se ponga en plena ebullición, antes se acabará para ti esa dichosa crisis y estarás orgulloso de ti mismo porque lo que creías imposible lo has hecho realidad con tu constancia, con tu esfuerzo y con tus propias manos, sin esperar a que nadie te viniera a rescatar.
Y no olvides que la respuesta para el cómo y el cuándo la debes de tener tú mismo, porque si esperas que alguien te la de, puede que al final no te guste y sufras otra clase de crisis durante toda su vida.
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