Ayer me sentí mal



Mi mujer yo habíamos ido a resolver un asunto y a la vuelta, un hombre de unos cincuenta y tantos años con su hija, se acercó a nosotros ofreciéndonos una bolsa de bolígrafos a cambio de la voluntad. El hombre insistió durante unos segundos rogándonos una limosna: al menos cincuenta céntimos, ante nuestra pasividad e ignorancia.

Pero lejos de pensar otro más, me sentí mal. Pocos segundos después y cuando el hombre había desistido de su súplica, mi corazón me decía que ese hombre necesitaba nuestra ayuda, esos cincuenta céntimos, el euro o simplemente nuestra mirada, que no fuimos capaces de cruzar con él.

La imagen se me quedó grabada y esta mañana al despertar, nuevamente me he sentido mal al recordar el momento. No sé si sería uno más, si era un pobre hombre explotado por alguna mafia, si la niña de verdad era su hija, si la bolsa de bolígrafos era robada o si ese dinero lo quería para cualquier cosa menos alimentar a su familia, pero algo en mi interior me volvió a repetir que debíamos haberle ayudado.

Algo mismo me pasó hace bastantes años con una anciana. En ese momento de mi vida yo estaba sin trabajo y precisamente iba a una entrevista, cuando una anciana se interpuso en mi camino rogándome una limosna que tampoco fue atendida por mí. Pasados unos minutos sentí la misma sensación que con este hombre con el que nos cruzamos ayer. Esa mujer verdaderamente necesitaba mi ayuda, pensé. Cuando salí de la entrevista y no precisamente porque me hubieran contratado, decidí buscar a esa mujer y reparar mi desprecio hacia ella. La encontré deambulando por la misma zona. Esta vez fui yo el que me acerqué sin que ella me dijera nada y simplemente la sonreí, intentando expresar con mis ojos la disculpa por haberla ignorado anteriormente, y le di una simple limosna. La anciana con su mirada me mostró su sincero agradecimiento, siguiendo mis pasos sin parar de decirme que le había alegrado el día, sus repetidas gracias y que Dios me bendijera. Solamente ver su sonrisa me reconfortó, pareciendo recibir una voz interior que me decía, no te has equivocado.

Sé que hoy no me voy a encontrar a ese hombre y que no voy a calmar mi sentimiento ni regalarle una mínima alegría, pero esto me ha hecho reflexionar sobre hacer el bien y cuándo. Es cierto que debemos tener cuidado de no promover la mendicidad y sobre todo porque hay mafias que se aprovechan de la situación de algunos para su propio beneficio, pero tampoco podemos ignorar a los menos favorecidos, ser insensibles y abandonar nuestros gestos de generosidad, aun colaborando y haciendo donaciones en diferentes asociaciones u organizaciones.

Llevo años pasando por una gran avenida con mucho tráfico y no hay día que no me encuentre a un señor mayor que solamente se acerca a los coches y te brinda su sonrisa, le des o no le des una limosna. Tras años de mis revisiones médicas anuales, a las que he acudido a horas muy diversas horas (8:00 - 10:00 - 12:00), llueva, nieve, haga frío o calor, una mujer siempre está ahí vendiendo pañuelos procurando unos ingresos día tras día. El señor del metro, que con su violín, interpreta con gran sentimiento las composiciones de los grandes maestros de la música... Esta gente para mí transmite algo especial. Es cierto que son  muchos, que nuestra generosidad tiene un límite, que existen las mafias, que otros nos engañan con la lástima, pero no los podemos apartar, ignorar, menospreciar por sistema. Nuestro corazón muchas veces nos envía un mensaje y parece indicarnos cuál es la persona, el momento, la necesidad, y puede ser que nuestra decisión sea errónea y olvidemos otras necesidades, pero aún equivocándonos, creo que no debemos dejar de prestar atención a lo que nos dicte el corazón, solo así ese corazón seguirá dando y recibiendo el amor que todos necesitamos.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"



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