La sabiduría nos ayuda a vivir




Decía Aristóteles: El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona. Pero en el mundo en el que vivimos hay pocos que duden y reflexionen, más bien crece cada día el número de ignorantes que afirman y dicen saber de todo y como tal, discuten y cuestionan todo. Su mayor enciclopedia es la televisión, las redes sociales, lo que alguien ha dicho, lo que han creído entender y que una gran mayoría comparte sin saber de dónde viene y por qué.

Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano. Parece ser que es una frase de Sorcha Carey, que confirma que no sabemos nada y que tenemos mucho que aprender y no precisamente en esas grandes enciclopedias que he referenciado en el párrafo anterior. 

Por eso también comenta Johann Kaspar Lavater: Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. Lo que pasa es que lo de preguntar razonablemente, no es una acción que se practique porque «uno ya sabe la respuesta», aprendida en ese «altavoz popular» que grita cada día a nuestro alrededor allá donde estemos. Tampoco merece la pena escuchar con atención, porque «perder el tiempo» en averiguar lo que puede ser verdad, no es necesario porque ya se tiene la verdad. Por supuesto lo de responder serenamente y callar cuando no se tenga nada que decir, tampoco procede, porque todo merece una respuesta acusadora que impide callar al «tener siempre algo que decir».

El verdadero saber, es saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se saber. (Confucio). Por eso también afirmaba Sócrates: La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia. Ignorancia que reconocen muy pocos, porque para reconocerla tendrían que conocer la virtud de la humildad y eso es una cosa de la que actualmente adolece el ser humano, porque esas «grandes enciclopedias del saber», la confunden con la debilidad, falta de carácter, falta de autoridad y por ello, incapaz de «engañar o manipular» para sacar los mayores beneficios.

Como dice un proverbio chino: El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él. ¿Y cuánta cantidad de necios proliferan, que con el cuerpo lleno de hormigas se las dan de sabios, dando explicaciones «perfectamente documentadas»  para su absurdo comportamiento y los beneficios que aporta el mismo? Porque, El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca. (Immanuel Kant).

Y es que, mientras los sabios buscan la sabiduría, los necios piensan ya haberla encontrado (Napoleón I). Es su propia sabiduría, la de «hago esto porque me da la gana». Y claro, por no dar su brazo a torcer y reconocer lo confundidos que están, pues siguen por ese camino totalmente equivocado y procurando ser el «influencer» de los demás, para ganar seguidores de la estupidez.

No hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos ayuda a vivir. No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer. (Goethe).

Como comento en el párrafo anterior, tal vez ese pueda ser uno de los grandes problemas actuales, que muchos creen que la sabiduría es el conocimiento intelectual y la sabiduría —bajo mi punto de vista—, es conocimiento pero si se sabe aplicar a la vida y a las circunstancias que acontecen en ella en todos los ámbitos.

Por eso alguien dijo que la sabiduría es el arte de vivir, de convivir, de compartir, de expresar el amor, de admirar la belleza a nuestro alrededor, de ver el interior de cada persona. ¿De qué te sirven muchos conocimientos si no sabes vivir?

Para mí, la sabiduría es conocerte, descubrir tus dones y capacidades y ponerlos al servicio de los demás. Si solo sabes pero no lo compartes, ¿de qué te sirve?

La sabiduría es descubrir el valor de la humildad, de la confianza, de la valentía, de lo importante. Es descubrir la importancia de las pequeñas cosas para engrandecer a los demás y a uno mismo.

La sabiduría, es pararse a escuchar, a ver, a sentir y aprender con todo lo que llega a nuestro interior, para conocerse uno mismo y a los demás.

La sabiduría es aplicar esos conocimientos transmitiéndolos a los demás con generosidad, con la experiencia y con el ejemplo. Esas son las semillas que debemos sembrar y la huella que debemos dejar a nuestro paso.

La sabiduría es decidir y actuar con discernimiento, eligiendo siempre lo mejor y más justo para todos, apostando por la felicidad del mayor número de personas.

La sabiduría es convertir la luz en la oscuridad, alumbrando las sombras del camino.

En definitiva, en palabras del filósofo chino Lao-Tse: el sabio no enseña con palabras, sino con actos.

El don de la sabiduría, es la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios.


Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"


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