Todos hemos tenido momentos en los que estamos hartos y no entendemos para qué debemos seguir. Muchas veces hemos querido abandonar, romper con todo, renunciar sin más y olvidarnos de nuestro sueño, de nuestro propósito, de nuestra acción o de nuestro trabajo que tanto tiempo y esfuerzo nos ha llevado.
Es verdad que las fuerzas se acaban y la desesperación se apodera de nosotros cuando no vemos esa luz que venimos esperando. Pero es que el mundo confía en que nosotros perseveremos, mantengamos nuestra esperanza, nuestra confianza en nuestro esfuerzo, en nuestra dedicación y en nuestros actos que sin duda, darán su fruto. ¿Cuántas ideas, proyectos, inventos, no se habrían llevado a cabo si se hubiera abandonado? Pero era gente muy tenaz que permaneció en la perseverancia y en la constancia, confiando en sí mismos y en sus proyectos, siguiendo, siguiendo y siguiendo hasta que vieron los resultados.
Seguro que les pasó lo que a nosotros teniendo momentos de abatimiento y desesperación, pero lucharon contra ellos y vencieron con la determinación de ver su sueño realizado. A pesar de los tropiezos se levantaron una y otra vez, día tras día, año tras año, prueba tras prueba y fracaso tras fracaso, cansados y hartos, pero firmemente convencidos de que el que persevera se salva, llega, lo consigue y triunfa.
Porque hay que luchar con todas las fuerzas contra esa vocecilla o vozarrón que se apodera de ti cuando te ve cansado y abatido, para tratar de convencerte de lo inútil que es tu esfuerzo, de la pérdida de tiempo y de lo feliz que serías dedicándote a vivir la vida sin las preocupaciones por lograr esos propósitos «absurdos». Esa vocecilla es la que nos maltrata frenando nuestros dones, nuestras capacidades y nuestros valores, conduciéndonos a la renuncia por conseguir mejorar el mundo, levantar rascacielos, curar las enfermedades o ser mejores personas.
Ahora no puedes abandonar, ahora no podemos abandonar, empezaste algo para darle sentido a tu vida y hay gente aquí, ahora o muchos años después, que espera de ti, de mí y de cada uno, para que el esfuerzo de esa siembra de sus frutos. No lo podemos dejar a medias porque los trabajos inacabados son los que no tienen sentido. Tenemos que pelearnos contra la vocecilla para vencer y triunfar. Nos están esperando y no les podemos defraudar. Allá, al final de la meta hay mucha gente que confía en nosotros, que lleva tiempo deseando vernos aparecer con ese regalo que venimos construyendo con nuestras manos desde mucho tiempo atrás, igual que otros lo construyeron para nosotros y lo pudimos recibir porque ellos no abandonaron.
No te rindas cuando creas que ya te has cansado y no vale la pena continuar, pues ahí es cuando actúa esa vocecilla malvada.
¿Cuántos matrimonios, cuántos inventos, cuántas batallas, cuánto trabajo se habrían desperdiciado si hubiéramos abandonado? ¿Cuántas personas se habrían quedado esperando nuestra llegada? ¡Qué fácil es mandar todo al guano! Pero es que eso no hace feliz, lo que hace feliz es ser uno mismo, fuerte y valiente luchando contra las adversidades que se producen alrededor de lo más importante de tu vida, porque aunque no ganaras la batalla, siempre habrías dejado grandes lecciones para los que vienen detrás. Solo así se es feliz.
Decía en un anterior artículo que te recomiendo leer:
«Las grandes soluciones están sujetas siempre al grado de actitud y confianza en uno mismo».
«Hay semillas que has dejado, que dejas y que vas a dejar, que tienen que crecer».
«Puede que uno no sea el gran fuego ardiente que lleve calor, pero sí una pequeña ascua encendida».
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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