Escuchaba el otro día en una meditación la importancia de ese látigo que nos despierta. Ese látigo que es como la colleja que nos hace falta para poner orden en nuestra vida, en nuestras relaciones y en nuestro trabajo, para darnos cuenta de lo verdaderamente importante y priorizando lo que hay que priorizar. Ese látigo que nos hace falta para reaccionar, para mejorar, para avanzar, para corregir, para ponernos en nuestro sitio.
Y no es que me ponga violento demandando latigazos, pero es cierto que hasta que alguien no nos pone en nuestro sitio, nos dice la verdad y nos corrige, no reaccionamos y seguimos en nuestro empeño, en nuestra equivocación y en esa zona de confort que nos mantiene a gustito y sin complicaciones
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Por eso necesitamos salir al mundo exterior, ver, oír, sentir, para enterarnos de la realidad, de lo que sucede a nuestro alrededor, lejos o incluso muy cerca de nosotros. Necesitamos ese látigo que nos haga dar un brinco y preguntarnos: qué voy a hacer, dónde y cuándo.
Los días van pasando y no vale el ya lo pensaré, ya lo decidiré o ya lo haré. Hay que despertar de ese estado de ensoñación que nos mantiene aletargados, inmóviles y pasivos en las cosas más importantes de nuestra vida, creyendo que siempre van a estar ahí y que siempre tendremos tiempo de solucionar.
Es muy recurrente la excusa del trabajo, de la falta de tiempo, de los niños o del mal tiempo que hace. Pero ya no vale, ya nos lo hemos dicho muchas veces y así se lo hemos transmitido a todo aquel que se ha acercado a nosotros. Como dice Víctor Küppers: lo más importante, es que lo más importante, es lo más importante. Y ahí es donde tenemos que pararnos para pensar en qué lugar ponemos cada cosa en nuestra vida.
Hablaba en un artículo anterior del trabajo y la familia y creo que este es un ejemplo importante a tener muy presente. Pero aunque para mí este es uno de los más prioritarios, no es el único, ya que nuestra situación en la vida, nuestra edad, nuestro momento o nuestras capacidades, talentos y dones, pueden exigirnos ese necesario despertar para movilizarnos y empezar, hacer, hablar, escuchar, estudiar o resolver eso que estaba ahí y que necesitaba de nosotros, de nuestra acción o de nuestra generosidad.
Necesitamos ese látigo de cada día que puede ser la misma ducha o simplemente el lavarse la cara y mirarse al espejo cada día, si no tenemos a nadie que nos fustigue y nos ponga en el sitio que nos corresponde.
Hay que decidirse a decidir adquiriendo el compromiso de hacer. Hay que marcarse objetivos para mejorar y crecer. Hay que sacar nuestro carácter y nuestra personalidad para saber decir que no. Pero igualmente hay que ser valientes para saber decir que sí.
Tenemos un poder y una magia interior capaz de hacer realidad todo aquello que nos propongamos, pero hace falta proponérselo y si no damos el paso, tendremos que buscar ese látigo o ese alguien que nos empuje para saltar. El momento es ahora. Este es el momento perfecto.
Tal vez te pueda ayudar este libro que publiqué hace ya tiempo dirigido especialmente a los jóvenes, pero de aplicación para todas las personas.
Espero que encontremos nuestro látigo de cada día y que demos al mundo lo que necesita de cada uno.
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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