El comportamiento humano y sus consecuencias son un problema de educación, un problema que no da valor a los principios fundamentales y que destruye la familia como órgano que mantiene la estabilidad y felicidad en el mundo.
Pero yo no soy ningún profesional de la educación, más bien escribo este artículo desde mi humilde experiencia como hijo, padre y abuelo, viendo y padeciendo cómo crece actualmente la deshumanización en los diferentes ámbitos de nuestra vida.
Ya digo que no soy nadie importante, pero en mi corto entender, si queremos un mundo mejor se necesita una buena educación con la cual crearemos mejores personas, que a su vez se convertirán en mejores trabajadores, jefes, empresarios, dirigentes, gobernantes...
Hoy parece que el problema de educar a los hijos se excusa y se relega con la falta de tiempo debida al sistema laboral actual, pero hay que tener muy claro que el trabajo no exime de la obligación de ejercer como padre y de la responsabilidad que conlleva.
Lavarse las manos en ejercer esa obligación, da como resultado todo aquello por lo que ahora nos quejamos y sufrimos sobre el comportamiento humano. Pero el esfuerzo siempre es recompensado y la buena educación lo requiere.
La educación no empieza cuando nuestro hijo monta en bicicleta, la educación empieza en el mismo embarazo porque ya nos está escuchando y está sintiendo nuestra atención, nuestro cariño, nuestra protección, así como el amor de los padres y su propio comportamiento. La educación de los hijos, no es cosa de los colegios como algunos equivocadamente pueden pensar.
La educación tiene que ser un todo, es decir, un educar hoy, mañana y siempre ya que nuestros hijos lo serán siempre, tengan la edad que tengan, porque siempre tendremos la obligación de querer, apoyar, animar, aconsejar e incluso regañar o corregir si la situación lo requiere.
¿Cómo se debiera educar? No sé, mi mujer y yo no estudiamos un máster específico, sino más bien pusimos mucho amor en la educación y la verdad es que nos sentimos muy orgullosos de nuestros hijos, por eso, tal vez estos pequeños recordatorios o consejos puedan ser válidos en ese difícil pero necesario camino de la educación para hacer un mundo mejor:
Educar amando. Nuestros hijos tienen que sentirse queridos y eso no significa consentir, permitir y regalar para suplir el afecto y el cariño. Cuando uno ama, nuestra mirada, nuestro corazón y nuestra alma lo expresa y lo hace sentir sin necesidad de caprichos que intentan comprar la falta de amor. Educar amando es amar siempre. Nuestros hijos tienen que sentirse amados, solo así entenderán nuestras enseñanzas, nuestras normas, consejos y correcciones.
Educar en las normas. Las normas existen en todo y para todo y como tal tienen que entenderlas y aceptarlas desde las edades más tempranas. La adolescencia siempre será mejor si mucho antes se han seguido unas normas.
Educar en el respeto. Nunca se entenderá el valor del respeto si desde pequeños no se les hace ver y practicar en su propia existencia, en sus propias cosas y en las de los demás.
Educar corrigiendo. Corregir no es cuestión de edad, es cuestión de enseñar lo que no está bien se tenga la edad que se tenga. (Pintar paredes se debe corregir aunque el niño tenga un año, así como humillar a una persona aunque se tengan treinta años. Reír las gracias nunca educa).
Educar compartiendo. Cuanto más se dedique tiempo a la enseñanza del compartir, crearemos menos personas egoístas y más generosas.
Educar en la austeridad. Controlando el gasto, el consumismo, la importancia de la conformidad y la aceptación, el valor de dinero y su buen uso...
Educar sin consentir. Conseguir paz y tranquilidad a base de consentir, será lo que provoque la falta de paz e intranquilidad en edades más avanzadas.
Educar en las pantallas. Planificar y controlar su uso. Los padres deben saber lo que el hijo ve, cuando lo ve y cuánto ve.
Educar en la comunicación. Escuchar, atender y dialogar es la única manera de conocer a nuestros hijos y que nos conozcan con nuestra opinión y experiencia. (Comer y cenar juntos sin televisión, ni móviles, potencia la comunicación y el buen diálogo).
Educar en la alegría. Creando un buen clima y ambiente familiar, participando en juegos, actividades y deportes, disfrutando, procurando el buen humor y celebrando los momentos felices viendo siempre lo bueno de las personas y de la vida. (La participación en familia forma la unidad).
Educar estando presente. Es importante que el padre y la madre procuren estar en cada momento y que los hijos sientan su presencia, su protección y apoyo. No se puede educar en la distancia. El no estar nunca provoca el desapego y rompe la unidad familiar.
Educar motivando y alentando. Todos necesitamos el reconocimiento del esfuerzo a pesar de los errores y tropiezos. Errores y tropiezos que por otro lado siempre harán crecer para superar las dificultades.
Educar aconsejando ahora, después y siempre. Como repito una y otra vez, no importa la edad de nuestros hijos, siempre seremos sus padres y siempre deberemos aportar conocimientos y experiencias en su caminar.
Educar en la humildad. Nadie es mejor ni superior a nadie. Siempre se puede aprender de quien tiene uno delante, sea quien sea. El poder de la humildad es esa gran virtud del ser humano contraria a la soberbia que sirve para reconocer las propias debilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas en las relaciones con los demás, poniendo lo mejor de uno mismo y sacando los mejores valores de quien se tiene enfrente.
Educar esperando y confiando. La educación es un proceso y como cualquier proceso requiere de perseverancia, espera y confianza sin desfallecer. La semillas bien plantadas siempre dan su fruto.
Educar aunque duela. Y duele muchas veces porque el trabajo, el esfuerzo y el aprendizaje de nuestros hijos nos hace sufrir y puede llevarnos a ser condescendientes, permisivos o transigentes, cosa que perjudicará su crecimiento y su fortaleza para enfrentarse a las dificultades de la vida.
Educar dando ejemplo y estando unida la pareja sin desautorizarse. De nada sirve marcar una ruta y pretender un camino si los padres no van por delante unidos y marcando el ritmo.
Educar en el fracaso. Van a existir errores, tropiezos, dificultades y fracasos que siempre serán los que enseñen a llegar al éxito y a la meta. Los caminos de la vida no son fáciles y requieren un buen entrenamiento y fortaleza.
Educar en valores y virtudes. Para saber discernir, para saber elegir, para aprender a dar, para actuar con bondad, con ética y moral; para contagiar alegría, para ser prudentes, justos y humildes; para saber perdonar y pedir perdón.
Educar en la fe, en el amor de Dios y de la Virgen. Procurando no dejarles conformarse con disfrutar del mundo cuando pueden aspirar a disfrutar del cielo. "Pudiendo tener el mar, no te conformes con un charco".
Y mucho más que cada uno podrá añadir a lo aquí expuesto, para que de verdad nuestros hijos mejoren ese maravilloso mundo que se nos ha dado, y sobresalga el alma y el corazón que cada persona lleva en su interior.
Educando hoy, mañana y siempre cambiaremos el mundo. ¿Te apuntas?
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
Comentarios
Publicar un comentario