En el anterior artículo os preguntaba qué ibais a hacer vosotros después de la experiencia vivida con este virus, pero más de uno dirá: Y tú, Jesús, ¿qué piensas hacer los años de vida que te queden? ¿Vas a cambiar en algo? Nos gustaría saberlo.
Pues sí, muchas veces os pregunto demasiadas cosas, pero no doy a conocer claramente mis pensamientos. No sé cuándo, ni cómo, ni dónde pero lo que sí sé es que quiero ser mejor persona.
No me quejo de mi vida, al revés, doy gracias por las maravillosas experiencias vividas y porque los reveses que he tenido me han hecho crecer y querer mucho más a quienes estaban a mi lado: mi mujer, mis hijos, mis padres, mis hermanos, mi familia, aquellos verdaderos amigos, a todos los que se han cruzado en mi camino y por supuesto, por tener a Dios siempre cerca de mí.
No sé si he dado todo lo que se me pedía con los dones y bienes que he recibido, más bien creo que no, que aunque no me considero mala persona muchas veces me he quedado bastante corto en mi templanza, en mi amistad, en mi generosidad, en mi bondad, en mi entrega y disposición.
El caso es que me he dado cuenta de estas cosas poco a poco, pero aún así, sigo siendo un cobarde no implicándome demasiado y manteniéndome en esa zona de confort que conozco y que me permite cierta tranquilidad.
También es cierto que creo que el tiempo, las experiencias y sobre todo esas personas por las que uno tiene que quitarse el sombrero, me han hecho mejorar. A pesar de lo que uno piensa sobre la gran maldad que nos rodea, hay muchas personas escondidas que demuestran cada día que existe mucha bondad y un gran amor en el mundo. Pero hace falta querer verlos, descubrirlos, sentirlos y aceptarlos, porque muchas veces no nos va a gustar lo que nos dicen o nos van a hacer descubrir cosas de nosotros mismos que están ahí y hacen daño a la gente.
Me he dado cuenta de que el trigo no nace donde la semilla no ha sido sembrada. Creo que algo de semilla sí he sembrado y alguna huella mía ha quedado en el camino, pero nunca es suficiente para el fruto que se necesita. Mi egoísmo, mi soberbia y cobardía me han hecho y me hacen «escaquearme» cada vez que puedo o cada vez que no me gusta mucho la tierra donde hay que sembrar.
Creo sinceramente que tengo que mejorar, aprender de todas las enseñanzas que he recibido de una manera o de otra y ser mejor persona, sin egoísmos, sin intereses ocultos, sino solo el de hacer feliz a la gente que se cruce en mi camino; evitar las lágrimas y las ofensas, procurar sonrisas y dirigir mi camino hacia el cielo a través de ellos.
Por eso reflexiono sobre todo esto y hay muchas cosas que voy a procurar hacer los años que me queden y para eso, también os pido ayuda a vosotros para cumplir con mi propósito.
Empezaré diciendo que quiero defender más a la familia, lo que más quiero. Siempre la he defendido, pero en todo aquello en lo que he errado me gustaría corregirlo o mejorarlo: con mi mujer, con mis hijos, con mis nietos, dando además testimonio y contando mis experiencias a todo aquel que le pueda interesar.
Quiero proclamar y testimoniar con toda mi fuerza y valentía, que el amor existe y que si se quiere es posible para toda la vida. Me he dado cuenta que nunca se ama suficiente porque uno es egoísta, por eso quiero ser más generoso con mi amor.
Tengo que crecer en humildad y ser menos egoísta. Me gusta demasiado el reconocimiento y que se fijen en mí y en las cosas que hago, cuando precisamente la humildad es la que te hace sobresalir.
Cuidar mis palabras, mis gestos, mis miradas. Aunque la mayoría de las veces pretenden dar cariño o dar consejo y orientación, las formas, el tono y la falta de prudencia destruyen aquello que tenía un buen fin y podía dar buen fruto.
No ser tan tímido o no busquemos esa excusa, digámoslo claro, no ser tan cobarde, sobre todo cuando se me requiere para una acción que no está en mis planes. Mi valentía y la generosidad con mi tiempo deja mucho que desear y selecciono bastante el qué y el para qué. Puede que esto sea lo lógico y parezca que está bien, pero muchas veces me hace sentir que mi nivel de entrega es mínimo.
Aprender a pedir perdón y perdonar. Me cuesta más pedir perdón a la familia que a las demás personas con las que me relaciono. Quiero hacer prevalecer mi razón por orgullo, sin detenerme a escuchar y valorar la de los demás. No tengo demasiado problema en perdonar, ya que no soy rencoroso, pero siempre quedan por ahí, hechos, circunstancias que se me han quedado grabadas y lamentablemente salen de vez en cuando al exterior.
Apartar de mí la crítica, el enjuiciamiento, la intolerancia. Sobre todo con determinadas personas que me desquician y a las que siempre juzgo sus actos hagan lo que hagan, con poca o ninguna paciencia. Más que intentar comprender su comportamiento o aceptar su forma de ser, al igual que uno y otro acepta la mía, mi orgullo o mi soberbia busca siempre el interés oculto de determinadas actuaciones de algunas personas juzgándoles sin derecho a defensa alguna.
Amar al prójimo. Quiero aprender a querer más y mejor. Y no solo al que me cae bien sino al pesado, al que no aguanto, al que me irrita solo con verle venir, a ese que para mí tiene mil y un defectos. Francamente me parece bastante difícil y creo que va a requerir bastante entrenamiento, pero estoy seguro que en la medida que mi actitud cambie, la suya también cambiará o yo mismo le miraré con otros ojos. Estoy convencido que otros lo hacen conmigo, ¿por qué no lo voy a hacer yo también?
Sentir a los demás, entrar dentro de ellos y escucharles. ¿Cuántas veces mi nivel de atención es cero ante los demás? Estoy tan absorto en mis cosas que las de ellos me importan poco, me aburren o me distraen. Sin embargo critico cuando veo que la persona que tengo enfrente no me está haciendo ni caso y no se está enterando de nada de que me ha preguntado llegando a sentirte despreciado, ignorado o estúpido porque estás hablando solo.
Buscar lo bueno de lo malo. Y es que la mayoría de las veces esas circunstancias que se ponen en mi camino que me desesperan, me irritan y me hacen preguntar por qué, me han demostrado que debían ocurrir para mejorar y darme cuenta de comportamiento o errores que estaba cometiendo. Lo malo, no es malo, simplemente parece que es así en el momento que ocurre, pero cuando pasa el tiempo, nos damos cuenta de lo bueno que era aquello que pasó para llegar a donde hemos llegado.
Aprender de los demás. Poner por obra las enseñanzas, testimonios y ejemplos que recibo por parte de tantos «santos» que se cruzan en mi camino y que hacen que mi corazón lata con más fuerza.
Llevar mi sonrisa y alegría a todos. Siempre me han dicho que sonrío y que transmito alegría, pero si alguna vez mi sonrisa no ha sido sincera o ha sido hipócrita, me gustaría mejorarla para que nunca sea falsa. La verdad es que uno se siente bien cuando alguien te dice que les has animado con tu saludo, con tus palabras, con tu abrazo. ¡Es tan fácil sonreír! Hay un principio de la madre Teresa de Calcuta que suelo seguir: No dejes que nadie se acerque sin que al irse se vaya mejor y más feliz. Aunque con todo lo que os estoy contando, ya veis que no lo cumplo a rajatabla.
Mirar más hacia arriba. Para mirar hacia adelante hay que mirar hacia arriba. Sin miedo, con valentía, poniendo todo en mano de Dios y que la gente lo vea. Soy católico, estoy orgulloso de serlo y sin embargo me da vergüenza incluso santiguarme en la calle por el qué pensarán y el qué dirán. Deseo crecer en la fe, aprender de los que nos dan lecciones a diario o de los que han dejado escritas sus experiencias habiendo dejado grandes huellas.
En definitiva, quiero ser mejor persona, procurar sacar siempre lo mejor de mí, crecer en valores y virtudes haciendo feliz a todo aquel a quien yo me acerque y a todo aquel que se acerque a mí.
El hecho de haberme puesto a reflexionar sobre todo lo que debo mejorar, me ha llevado a ver la cantidad de cosas en las que meto la pata a diario y en las que tengo que poner muchísima más atención. Uno va por el mundo creyendo que es el mejor, el más simpático, el más listo y no se da cuenta de lo miserable que es y el daño que hace simplemente con su indiferencia. Cuesta tan poco regalar alegría que no sé por qué la vendemos tan cara.
¿Te apuntas a ser mejor persona?
Por favor si te enteras de que no cumplo con algo de esto o se me olvida demasiado a menudo, recuérdamelo. Muchas gracias.
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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