La prudencia. ¿Quedar bien o dar la cara?



Hay gente que confunde la prudencia con quedar bien y el dar la cara con la imprudencia. Muchas veces hemos escuchado esta recomendación: "conviene ser prudentes, callarse, no decir nada". Pero, ¿de verdad conviene practicar ese tipo de "prudencia"? 

La prudencia se define como la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas, pero también es la cualidad de comunicarse con un lenguaje claro, cuidadoso y acertado; con sensatez, con moderación y reflexión.

La prudencia es una virtud que nos debe hacer discernir lo justo y lo injusto, transmitiéndolo así a los demás.

Como decía, la prudencia es el arte de la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con moderación. Pero debe imperar la actuación justa. Y esto es lo que no se entiende bien creyendo que la prudencia significa simplemente quedar bien: quedar bien con la familia, con los amigos, con los compañeros, con los jefes...

Utilizar la prudencia para quedar bien, es simplemente una acto de hipocresía y de falsedad que confunde adornando opiniones, decisiones o acciones, conduciéndolas por el camino del error con la adulación y el engañoso y cobarde aplauso.

Ser prudente no quiere decir que te calles todo, sino que obres con tacto para hacer el menor daño posible. Las cosas hay que decirlas porque son la única manera de cambiar, de mejorar o de corregir errores. Se hace un flaco favor con callar, con reír las gracias o con reservarnos la opinión, una opinión que puede fastidiar a unos pero reconocer o valorar a otros. Hay que ser honesto, sincero, responsable y valiente.

Dar la cara no va en contra de la prudencia siempre que se adopte el tono, la actitud adecuada y el tacto para decir lo que hay que decir, manteniendo la verdad aunque la misma pueda pasarte factura.

Dar la cara, siendo un "imprudente" y aceptando esa posible factura, es lo que se necesita para corregir, cambiar o mejorar todo aquello que no está bien y nadie se atreve a poner en entredicho por cobardía.

La excusa está en boca de muchos: "Es que lo mismo se ofende y después no me habla, es que lo mismo me despiden, es que lo mismo me mira mal, es que lo mismo deja de ayudarme, es que lo mismo..." O sea que su falsa prudencia es solo por interés propio. Esa prudencia ni aporta, ni mejora, ni cambia, ni construye nada; más bien confunde porque hace creer lo que no es y por lo tanto nunca ayuda a mejorar nada ni a nadie.

A ninguno nos gusta que nos llamen la atención o que nos quiten la razón pero, ¿cómo vamos a crecer o a entender aquello en lo que estamos equivocados si los que están cerca se callan por "prudentes" y miran para otro lado? 

Nunca puede ser prudente actuar así simplemente por quedar bien. La prudencia mal entendida se convierte en imprudencia por tener miedo a dar la cara.

Lo que sí conviene siempre es cuidar lo que se va a decir, cuidar las maneras, el tono y las palabras, porque ahí si tiene que imperar la verdadera prudencia.

Yo he pecado de imprudente muchas veces dando la cara y no por haber dicho lo que tenía que decir, sino porque mi rabia o mi indignación ante lo que veía o escuchaba me ha hecho perder el control, el tono y el tacto. Sí, me acuso de ello, me ha pasado factura con unos y otros, pero de lo único que me arrepiento es de que mi tono pudiera no haber sido el más correcto. Sin embargo, creo que siempre he procurado la verdad, hablando claro, sin tapujos y queriendo una solución, un cambio o una mejora en el hecho en cuestión que nunca se podría conseguir con esa falsa prudencia.

Nunca son buenas las medias tintas porque no aclaran nada. ¿Cómo vamos a crecer si por no ofendernos no nos dicen la verdad? Al pan, pan y al vino, vino. Las medias tintas no conducen a nada bueno. Es mejor poner los puntos sobre las íes. La verdad es como es, no se puede disfrazar, porque por querer ayudar a algunos y que no se alteren, se perjudica a otros ocultando su razón.

Lo que muchas veces parece políticamente correcto, no es lo correcto. No hay que decir solo lo que uno quiere escuchar, sino lo que debe escuchar y por lo tanto saber, dándose cuenta de sus errores siendo por tanto la única forma de estimular para cambiar.

Unos pecan porque se callan y otros pecamos porque no nos callamos. ¿Tú quién crees que hace más daño?


Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
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