La existencia de cada uno de nosotros está ligada a la vida de los demás. Palabras del Papa Francisco (Fratelli Tutti, 66)
Bonitas palabras que suenan muy bien, pero que no sé si todos entendemos la importancia que tiene el tenerlas en cuenta en las acciones que emprendemos.
La verdad es que es un principio que se ha ido deteriorando con el paso del tiempo, siendo cada vez más independientes y más egoístas, tomando decisiones de una otra índole sin pararnos a pensar si verdaderamente estarán ligada a la vida de los demás y por lo tanto les va a afectar para bien o para mal.
Nuestro pensamiento y nuestra prioridad siempre será cómo nos va a afectar a nosotros mismos, cuál será la forma más cómoda de realizarlo y qué beneficios nos reportará. Es así, somos humanos más o menos egoístas y el hecho de pensar en los demás no suele ser prioritario, incluso cuando nuestra decisión le puede afectar a alguien muy cercano a nosotros.
Decía el Papa Francisco que deberíamos mirar el modelo del buen samaritano (Lc 10:25-37). Sí, ese que se paró en el camino para ayudar a un hombre que había caído en manos de unos ladrones que le quitaron su ropa y le golpearon, y quien nadie de los que pasaron a su lado se paró a prestarle ayuda, excepto el buen samaritano.
Pero hoy ni tan siquiera nos compadecemos de alguien tirado en el camino, cuando menos nos vamos a fijar en cualquiera —tanto en nuestro deambular por la calle como en nuestro trabajo diario—, para reflexionar si nuestras acciones le van a influir.
Claramente nuestra vida está ligada a la vida de los demás y deberíamos de poner nuestro esfuerzo continuo en tender la mano y tender lazos para andar el camino juntos, ese camino maravilloso que todos ansiamos para construir un mundo mejor.
Cuidarnos unos a otros y encaminarnos al bien común puede no ser una tarea cómoda, pero siempre es mucho más gratificante que ir apartando personas en nuestro andar, aunque muchos no lo crean.
Cualquiera que haya dedicado tan solo un minuto a hacer mejor la vida del de enfrente, ha sentido en su interior esa satisfacción del bien hacer. Pero la reflexión que deberíamos hacer diariamente o incluso en cada momento que tratemos con personas es: si me he sentido tan bien dedicando tan solo ese minuto, ¿por qué no dedico más tiempo y más esfuerzo en ayudar y procurar la felicidad de quienes se cruzan en mi camino?
Todos tenemos un camino que recorrer en nuestra vida. El otro día precisamente leía en el evangelio sobre escoger la puerta ancha, con un camino espacioso y cómodo que te satisface pero que puede conducirte a un precipicio; o la puerta estrecha, con un camino angosto que supone incomodidades y esfuerzo, pero que te lleva a la felicidad. ¿Qué debemos escoger la puerta ancha o la estrecha?
La finalidad del camino es añadir valor a la vida de los demás e ir dejando huella.
Pero no se puede añadir valor a la vida de los demás si preferimos caminar solos, que nada ni nadie suponga un obstáculo que pueda entorpecer nuestros proyectos, y que pretenda que nos detengamos a tenderle una mano y pueda retrasar o impedir nuestro éxito.
Tampoco se puede dejar una huella importante, sin importarnos los demás y sin detenernos a tender un lazo, porque puede que lleguemos a lo alto de la montaña, pero el camino habrá estado falto de sentido, sin añadir valor y sin fruto alguno porque no habrán existido semillas.
Nuestra existencia siempre será vacía y nunca tendrá sentido si no está ligada a la vida de los demás.
Todos tenemos la oportunidad de ser Roberto Benigni (Guido en la película La vida es Bella) e inventar las fantasías que hagan falta para regalar alegría a los demás.
Debemos utilizar nuestras potencias interiores para acompañar y compartir nuestro destino con el de los demás, avivando nuestro fuego para crear ilusión y felicidad alrededor.
El escenario lo cambia todo, si decidimos que cada día se levante el telón para engrandecer el corazón del público que quiere ver lo mejor de nosotros mismos.
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
"De la conducta de cada uno depende el destino de todos". Alejandro Magno
ResponderEliminarGracia por el comentario, Héctor
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