Ante cualquier maravilloso proyecto, no podemos dejar que nos paralice el miedo.
Creo que a todos nos encanta contar todo aquello bueno que nos sucede y todo aquello que nos ha gustado: un buen trabajo, un buen restaurante, una obra de teatro divertida, un deporte, ese equipo de fútbol que te hace feliz... Incluso si has conocido a alguien diferente que te ha dado un buen consejo, que te ha tranquilizado, que te ha llenado con sus palabras y te ha alegrado el día o que te ha enamorado.
Y entonces, si nos sentimos felices siendo católicos, si hemos conocido a ese Alguien que ha ensanchado nuestro corazón, ¿por qué nos da vergüenza contarlo y compartirlo con los demás?
Eso no se entiende hasta que se vive, y cuando se vive, ¿por qué ocultarlo a los demás?
Cuando en nuestra vida las cosas nos van bien y nos llenan de satisfacción y entusiasmo, deseamos compartirlas con los demás, poderles regalar también esa alegría, esa felicidad.
El hecho de que uno rece, vaya a misa, lea la biblia, engrandezca su corazón con vivencias y testimonios de conversión, descubriendo el verdadero amor, los valores, el sentido de la vida, debería no causarnos vergüenza compartirlo, sino alegría de poder ofrecer a nuestros seres queridos y a quienes se crucen en nuestro camino, aquello que nos llena de felicidad y nos hace levantarnos cada día poniendo el alma y el corazón en todo lo que nos depare.
Lo que sí debería darnos vergüenza sería no contarlo, quedárnoslo para nosotros solos, no transmitirlo. Nunca nadie podrá entender lo que sentimos, si nosotros no lo contamos o no les damos la oportunidad de conocerlo y empiezan a vivirlo.
Decía Juan Manuel Cotelo ( Fundación Infinito + 1 ) en una conferencia: No tengas una relación con Dios de amantes secretos. Te quiero mucho, mucho, pero nos veremos a solas porque nadie lo va a entender. Cuando salgas de aquí que no nos vean juntos, por favor. Y si vamos a esa fiesta, es mejor que tú te quedes en el coche o entras después y haces de camarero, porque nadie va a entender que hayamos venido juntos. O mejor, quédate en el maletero para que no vean que vienes conmigo. Si te ven, me vas a hacer quedar mal.
¿Y por qué ocultarle como un amor secreto? ¿Por qué nos da vergüenza de hablar de Dios?
Porque nos van mirar mal, se van a apartar de nosotros, nos considerarán unos raros y qué más van a pensar...
¿Y no está el mundo lleno de raros que hacen mil y una cosa extraña?
Pueden pensar que eso ya no se lleva. Pero esto no es una moda, existe desde el principio de los tiempos; es un sentimiento, es una manera de vivir con sentido, es una creencia en una serie de principios, es una actitud espiritual, es un camino hacia la felicidad.
Si no hacemos mal a nadie o incluso si procuramos ponernos al servicio de los demás, ¿qué importa lo que digan y quién lo diga?
¿No se trata de compartir todo aquello que a uno le proporciona alegría, para que aquellos familiares, amigos y compañeros, puedan disfrutar igualmente de ello?
Hay multitud de testimonios para entender lo que os quiero transmitir, para entender el porqué de ese cambio en la vida de tantas personas de toda índole y condición: famosos, empresarios, destacados, sencillos, adultos, jóvenes.. Se pueden ver en YouTube y en las demás redes sociales contando su conversión.
Como decía al principio, eso no se entiende hasta que se vive, y cuando se vive, ¿por qué ocultarlo a los demás?
Se necesita que se hable de Dios en la familia, en el trabajo, en la universidad, en el colegio, en la calle... El mundo necesita que se hable de Dios.
Tal vez sean muchos con los que nos hemos cruzado en nuestro camino y estaban esperando conocer lo que ellos no conocen.
No pensemos tanto en la dificultad de transmitir y hagámoslo. Siempre sabremos Quién nos va a inspirar. ¡Ánimo!
En palabras del Papa Francisco para la JMJ en Lisboa: ¡Levántate y ponte en camino!
Tal vez algo nos pueda decir al ver la imagen de más de ocho mil jóvenes en el Palacio de Vistalegre de Madrid, para escuchar lo que transmitía el grupo Hakuna.
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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