Servir es el arte supremo para empresarios, altos ejecutivos, políticos, médicos, profesores, profesionales de cualquier sector, padres, madres...; es decir, para todos.
Tal vez esto sorprenda cuando muchos piensan que son los demás los que les deben servir, y la paradoja es que cuanto más alto es nuestro nivel, más es nuestro deber de servir.
Servir es el arte supremo que todos deberíamos poner en práctica en nuestras vidas. Pero esto no es fácil de entender. Más bien sí es fácil de entender pero no nos interesa hacerlo. Más bien entendemos mucho mejor que cuanta más gente tengamos alrededor para que nos sirva, muchos más felices seremos.
Pero lo entendamos o no queramos entenderlo, la vida es un servir continuo y eso es lo proporciona satisfacción, alegría y da un verdadero sentido a nuestra vida.
Todos tenemos la obligación de servir allá donde estemos.
El servir de un médico. ¿Podríamos entender esa vocación sin servir a los pacientes? ¿Sin ponerse en el lugar de ellos? ¿Sin escucharles? ¿Sin mirarle a los ojos? ¿Sin estudiar sus síntomas y recetarle o aconsejarle lo mejor?
El servir de un profesor. ¿Un profesor sin servir? Un profesor que no sirve a sus alumnos entregando su sabiduría, sus dones y capacidades a cada uno de sus alumnos, dejaría de llamarse profesor y habría equivocado su profesión.
El servir de un abogado. ¿Y no está dedicado a servir un abogado desde que le adjudican un caso, una defensa, un cliente...? ¿Qué abogado puede pensar que su trabajo es para que le sirvan a él?
Pero esto no queda ahí. ¿Podría entenderse que un empresario, un jefe, un compañero, no tienen que servir al cliente, al equipo, a sus empleados, aportando cada uno su experiencia, sus conocimientos para el mejor funcionamiento de la empresa, el mejor entendimiento entre todos y obtener los mejores resultados en el producto o servicio a ofrecer?
Cuando un gran empresario, un líder, un jefe, un funcionario, un militar, un policía, un político.., piensa en ejercer ese cargo, trabajo o función para ser servido, no ha entendido para qué ha sido elegido.
¿Podríamos olvidar el arte de servir de un padre y de una madre, el arte de servir de un matrimonio entre ellos mismos, el arte de servir con los hijos? Cualquiera que tenga hijos sabe que la verdadera felicidad está ahí.
Hasta los deportistas, los artistas y las celebridades; aunque pudieran creer que están ahí para gozar del servicio y atención de todos, no deberán olvidar nunca que sirven y tienen que servir a todos aquellos que esperan de ellos mismos lo mejor —lo mejor de su arte—, y por supuesto a todos aquellos que pueden tener a su servicio, mostrando su categoría como personas independientes de su éxito, de los galones, medallas, copas o diplomas que hayan ganado.
El servir de un dependiente de una tienda, de un camarero, de un peluquero, de un vigilante, del personal de limpieza.., puede parecer que son puestos más destinados a servir que otros que nos parezcan de mayor categoría. Pero ni debe ser así y además —no por ello—, los que somos servidos o atendidos debemos mostrar también nuestro arte de servir con la amabilidad, el comportamiento, la educación, el respeto y el agradecimiento.
La autoridad, la categoría o el estatus se muestra en el arte supremo de servir de cada uno.
Cuando uno está pendiente de las personas y de las cosas, está preparándose para ver las necesidades y servir. ¿Tenemos una mirada servicial?
Todos debiéramos darnos cuenta de la obligación y la importancia que tiene nuestro propio servir.
Esta reflexión está inspirada en esta meditación.
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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