¿Y qué es eso del apostolado de carácter profesional?
¿Rezar antes de empezar a trabajar, regalar rosarios o estampitas, regalar Biblias...?
Podría ser, pero más bien es sacar nuestra mejor versión —esa de que tanto se habla ahora—, y ponerla al servicio de los demás. Llevar a Jesucristo en las venas como el mayor influencer de la historia.
Sería fantástico abrir el corazón y ponerlo por delante de la soberbia, el despotismo, la ambición desmedida, la arrogancia y el egoísmo.
¿Por qué callar? ¿Por qué no contar nuestra alegría. ¿Por qué no contar que tus hijos van a hacer la Comunión? ¿Por qué no decir que vas a misa y lo feliz que te hace? ¿Por qué no decir que incluso te confiesas y pides perdón por tus ofensas buscando mejorar?
¿No nos cuentan nuestros amigos y compañeros lo que ellos hacen y a qué dedican su tiempo libre y les escuchamos con el mayor respeto, prudencia y educación?
¡Ahí empieza ese apostolado de carácter profesional!
No debemos negar nuestra fe. Yo no la he negado en mis cuarenta años trabajando y he sentido como la gente me quería e incluso acudían a mí aquellos con los que prácticamente no tenía ningún contacto.
Muestra que eres católico con una imagen en tu mesa, un rosario, una pulsera, una cruz o simplemente con tu sonrisa y disposición para escuchar. Lo mismo alguien te cuenta sus penas o pide tu ayuda porque simplemente ha visto que en tu mesa o en tu despacho había algo que te identificaba, además de tu forma de ser.
Me explico, debemos dejar nuestra impronta donde estemos y con lo que hacemos. Debemos dar luz y ser fecundos.
Por ejemplo, mi nueva novela —al igual que las anteriores—, podría haberla llenado de morbo, de contenido zafio, de escenas fuera de tono u otras obscenidades, que es lo que vende hoy en día. Sin embargo pienso que todo eso no es necesario y se puede contar una historia, hacer una película o dar una noticia, sin tener que recurrir siempre a lo mismo para que triunfe, llame la atención, tenga muchos likes y venda mucho.
Conseguirlo de esa manera escabrosa y procaz es muy fácil recreándose en escenas y en diálogos. Lo que no es tan fácil es hacerlo con buen gusto dejando a un lado los fuegos artificiales, llenando la acción, la intriga y la justicia manteniendo la moral y la verdad en la historia, haciendo vibrar el corazón al sentir los valores humanos.
También es fácil en el ámbito profesional —aunque absurdo y erróneo— pretender sacar un proyecto adelante ordenando, gruñendo y exigiendo, utilizando las malas formas, sin siquiera saludar, sin escuchar, sin dialogar y no centrarse en lo que algunos deben considerar muy difícil o menos divertido, como es el priorizar la educación, la seriedad y el respeto. (Líder 007 con licencia para mandar)
¿De verdad entendemos los que es sacar la mejor versión de uno mismo? ¿O es que es más fácil utilizar la peor versión dejando rienda suelta a nuestra soberbia?
Es decir, es mucho más fácil hacer lo que se quiere, que lo que se debe.
Para mí, ese apostolado, esa mejor versión, también está en dar la mejor conferencia, proponer el mejor proyecto y sacar los mayores beneficios, poniendo el corazón y también el alma, en todo el trabajo que conlleva todo eso, comunicando la verdad, la ética, la justicia, la moral, los valores...
Pero nuestra mejor versión, no acaba. Ese apostolado de carácter profesional debe seguir siendo buen compañero, buen jefe —mojarse por el equipo defendiéndolo—, trabajar de forma responsable, actuar en justicia, no engañar, dar un buen servicio, procurar unos precios y salarios justos; velando por la conciliación familiar, ayudando al que lo necesita, promocionar al que se lo merece, valorar al que demuestra, dar la verdadera opinión y defender la justicia.
¡Dalo todo a ese que está ahí y sabes que te necesita, tanto en el ámbito laboral, como en el social y familiar.
«Si la semilla se queda en el granero no puede dar fruto. El sembrador tiene que salir, no puede quedarse en casa. La semilla que no se siembra no puede producir fruto. Y lo propio del cristiano es, salir. El que siembra debe sembrar con alegría, con ilusión, con la esperanza de que esa semilla dará su fruto. Lo importante es no cansarse nunca de sembrar. Los padres que no se cansen de sembrar en los hijos, aunque éstos sean unos frescos y descarados. Los maestros que no se cansen de sembrar, aunque los alumnos sean unos díscolos. Y los sacerdotes, que no se cansen de sembrar, aunque en sus iglesias sólo vean ya personas mayores. Un cristiano nunca debe cansarse de sembrar el bien. Sembrar este mundo de verdad, de cariño, de cercanía, de ilusión y, sobre todo, de esperanza». (Lectio Divina).
«Hoy, señor, vengo a pedirte que no sea ruin ni mezquino con los dones que Tú me has dado; que si he tenido la suerte de creer, no me guarde esta fe en el corazón encerrándola con llave. Que yo no me conforme con la luz que entra por la ventana de mi casa, sino que salga fuera, la comparta con los que viven en la calle y en la plaza, y la disfrute con todos en el corazón de la vida. Gracias, Señor, por esta meditación que me ha recordado que debo ser luz para los demás y que eso sólo lo voy a lograr si abro de par en par las ventanas de mi alma y dejo que tu luz entre a raudales dentro de mí. Yo no quiero alumbrar con esa lamparita pequeña que brilla en la noche; quiero alumbrar con ese sol radiante que eres Tú y llenas el día de belleza y esplendor».(Lectio Divina)
¡Señor, haz que yo viva de tal modo que sea un testimonio para los demás!
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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