De nuevo llega la fecha de celebración de las Primeras Comuniones y muchos de nosotros participaremos en ese acto tan importante para la vida cristiana de quienes van a recibir este sacramento.
Ya el año pasado publicaba un comentario sobre el respeto que merecen las celebraciones de la Primera Comunión. Y ahora, si me lo permitís, también me gustaría hacer algunas humildes recomendaciones a los asistentes; como siempre desde mi experiencia, mi pequeño conocimiento y con todo mi cariño.
La mayoría de nosotros venimos de familias cristianas, pero se nos han olvidado aquellos valores y principios que nos inculcaron —o ya no le damos importancia—, cuando tiene la misma o más que antes, viendo el mundo que estamos construyendo.
1- Respeto. Creo que todos conocemos ese refrán que dice: "allá donde fueres haz lo que vieres". Ya comenté en el artículo del año pasado, la importancia que tiene ser respetuoso con las creencias de quien te ha invitado a esa ceremonia y cómo debe ser nuestro comportamiento.
2 - Demos ejemplo. Queremos y hemos decidido que participen y reciban los sacramentos nuestros hijos y nietos, pero... ¿por qué no los recibimos nosotros también? ¿Sabéis lo que ellos van a sentir cuando nosotros les demos ese ejemplo? ¿Sabéis lo que piensan y el referente que dejamos cuando no participamos con ellos? ¿No creéis que los familiares también debiéramos recibir la comunión como ellos mismos, sin olvidar la confesión?
3 - Disfrutemos su felicidad. Felicitando el sacramento recibido y su valentía, participando de su alegría.
4 - Tenemos que acompañarles. Es nuestro deber permanecer a su lado y observarles aunque sea en la distancia, para que no se olviden de que estamos ahí para lo que necesiten y para hacerles ver cual es el verdadero sentido de la vida, transmitiéndoles paz, esperanza y fortaleza ante las adversidades.
5 - Y por último, no tengamos miedo a confesarnos y a participar en la ceremonia. Estamos ahí porque es nuestro hijo, nuestro sobrino, nuestro nieto o un amigo de la familia. Nos han invitado porque somos alguien importante para quien va a recibir el sacramento de la comunión y por supuesto, porque Dios también quiere que estemos presentes ese día.
Yo antes me confesaba una vez al año, pero entendí que igual que una empresa no puede mantener solo una reunión al año, para corregir errores y avanzar, lo mismo pasaba conmigo. Me pregunté: ¿Una sola vez al año para ver mi comportamiento con los demás? ¿Para ver mis críticas, mis enjuiciamientos, mi soberbia, mi egoísmo, mi ambición?
La confesión es tirar a la basura lo que hay en nuestro interior y eso lo hacemos a diario con la que acumulamos en nuestra casa. ¿Y nuestro interior, qué?
Entendí que la única forma de mejorar y de ser mejor persona, era confesarse más a menudo. El examen de conciencia es necesario, como es necesaria esa reunión familiar o laboral, para descubrir en lo que se falla, a quién se ha hecho daño, a quién se ha humillado, ver lo que se ha dejado de hacer por los demás, a quien se ha hecho llorar, a quién se ha gritado, con quién se ha sido injusto...
Leí en una reflexión: no sólo es pecado robar la cartera, es pecado robar la fama, robar la inocencia, robar la esperanza, robar la alegría de nuestros hermanos. Se puede robar de muchas maneras. Lo mismo se puede decir del matar. No sólo se mata con una pistola o un cuchillo. Se puede matar “con la lengua” que es como una espada de doble filo. Hay palabras que son puñales. Podemos despellejar a las personas, aunque no clavemos ni un alfiler en su piel.
Si te asusta y no recuerdas cómo confesarte, sería bueno que escuchases este audio; seguro que aclara todas tus dudas.
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
Comentarios
Publicar un comentario