«Instrumento de oro o de acero, de platino o de hierro..., grande o chico, delicado o tosco. Todos son útiles; cada uno tiene su misión única. Como en lo material, ¿quién se atreverá a decir que es menos útil el serrucho del carpintero que las pinzas del cirujano? Nuestro deber es ser instrumento» (Camino 484).
Cada instrumento transmite su música.
Pasar por el mundo haciendo el bien, allá donde te toque. No importa el puesto y la misión. Hasta siendo una simple arandela en el mundo, un pequeño lápiz o una desgastada escoba, si no existieran el resultado sería muy diferente.
Somos meros instrumentos al servicio de Dios, con una misión importante para cada uno.
Nuestra pequeña semilla, debe dar fruto y dará. Aunque no veamos como crecen las raíces, nuestros actos tendrán sus consecuencias, sus resultados, llegando a despertar muchos corazones dormidos.
Así lo comentaba Nacher, en una entrevista. «Aunque no veamos resultados inmediatos con nuestros testimonios y nuestra evangelización, no quiere decir que la semilla no esté echando raíces y se produzca el fruto».
«Hay quienes piensan que no tiene ningún sentido sembrar el bien. Desde que me levanto hasta que me acuesto no dejo de sembrar el bien, aunque no vea ningún fruto».
Sembrar buen humor, sembrar alegría, sembrar el bien. Ningún bien queda sin su recompensa
Este joven influencer católico que temía que nadie lo escuchase o lo siguiese en las redes sociales porque defendía y defiende sus historias y su humor con valores, sin recurrir a lo fácil, a lo indecente, a trucos zafios, fáciles y morbosos, ahora tiene dos millones de seguidores.
Algo está pasando cuando tantos influencer, deportistas, músicos, famosos y tanta empresa está poniendo a Dios en su camino.
El mundo necesita personas que brillen con una verdadera luz que toque el corazón.
Os comparto esta lectura recogida de Espiritualidad digital que seguro a más de uno nos hará reflexionar.
¿Y para qué voy a hablar de Dios a esta persona, si no me hará caso?» Jamás digas eso. San Antonio hablaba de Jesucristo a los peces. Yo he visto convertirse a personas por cuya conversión no hubiera apostado ni un loco. Si un perseguidor de la Iglesia como Pablo de Tarso se convirtió, si un ateo redomado como André Frossard salió católico de una visita a un templo, no hay nadie que no pueda abrir el corazón a Jesucristo.
Salió el sembrador a sembrar su semilla. Y sembró al borde del camino, en terreno pedregoso, entre zarzas y en tierra buena. No se detenía antes de sembrar para mirar qué terreno era.
Haz lo mismo. Que no haya nadie a tu lado que no sepa que amas a Jesucristo. No tienes que imponer tu fe a nadie, ni convertirte en un «pesado con escapulario». Simplemente tienes que hacer amigos, y a los amigos les cuenta uno su vida. Igual que ellos te dicen que son del Atlético de Madrid, les dices tú que eres de Cristo, que eres cristiano. Y, después –ya verás– muchos de ellos te pedirán que les hables más de Él y se acercarán a Dios.
Nuestro deber es ser instrumentos y evangelizar allá donde estemos.
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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