Es verdad, no estamos solos a pesar de las dudas, del miedo, de la impaciencia, del dolor o del desánimo. Hay que dejar que nuestro corazón sienta el abrazo del amor y de la esperanza para que todo eso que parece destruirnos nos permita tener la fortaleza para seguir nuestro camino a pesar de los obstáculos,
Nos pasamos los días buscando la felicidad en absurdos sueños que se acaban en un segundo y la tenemos a nuestro lado y la rechazamos sin siquiera darla una oportunidad.
No cuesta nada, es gratis. Siempre estamos acompañados. Tenemos a alguien a nuestro lado permanentemente a quien podemos consultar, hablar, pedir, rogar e incluso desahogarnos. No perdemos nada con creerlo y sí podemos ganar todo al confiar en Dios y dejarle salir de nuestro interior. Él solamente nos dice: aquí estoy, te estoy esperando, acógeme y confía en mí. Él espera siempre y no nos echa nada en cara, no nos recrimina, solo nos espera. Puede ser difícil creerlo para aquellos que no han tenido la gran suerte de que alguien les hablase de Dios, y más cuando nadie les haya hecho sentir esa paz interior de saberse protegido, querido, amado, entendido, sin pedir nada a cambio excepto dejarse querer.
Es verdad que son muchos los que no han tenido esa oportunidad, pero no por eso deben rechazar la propuesta de probar. ¿Qué pierdes? Solo hay que hablar con Él: No creo en ti, nadie me ha hablado de tu existencia y todo me parece una tontería, una superstición, pero convénceme; aquí me tienes, déjame creer, ver que de verdad me amas. Dicen que tú enseñas a amar, enséñame; dicen que contigo se siente paz, házmela sentir; dicen que contigo uno se siente protegido, hazme sentir esa protección; dicen que Tú das consuelo, pues yo necesito consuelo; dicen que contigo conoceré la fuerza del amor, pues déjame conocerla. No creo en ti, no he tenido nunca ninguna evidencia de tu existencia, pero concédeme algo de lo que te estoy pidiendo para que en la oscuridad de mi vida vea un rayo de luz.
Sobran las preguntas, los porqués y las dudas, porque solo cuando le dejamos actuar, el entendimiento viene a nosotros sabiendo cuál es el camino, cuál es nuestra misión, cuál es nuestro destino y cuál es la verdadera vida que nos espera. Pero para eso hay que despojarse de esa gran mochila que llevamos a la espalda que nos confunde y nos distrae, dirigiéndonos hacia una vida engañosa que nos concede placeres que crean un gran vacío en nuestro corazón, dejando a un lado la verdadera dignidad de las personas.
Nosotros tenemos una misión. Los que hemos tenido esa gran suerte de conocerle tenemos la obligación de compartirle y de hacer ver a los demás que nuestra felicidad viene de Él; que solo hay que abrir los brazos y decir: aquí me tienes, demuéstramelo. Tenemos que dar testimonio de que nuestra fe y confianza nos la ha dado Él.
No estamos solos y si buscamos señales las encontraremos. Pero hay que buscarlas, hay que pedirlas, hay que saber esperarlas. Podemos estar ciegos o querer ver. Abrirlos ojos a la realidad para descubrir que dentro de esa soledad que nos ofrece esa vida fantástica e imaginaria llena de fuegos artificiales ficticios, no estamos solos. Si somos ciegos, tenemos que pedir curarnos de esa ceguera que nos permita ver y descubrir quién es el que está junto a nosotros y nos acompañará siempre. Cuando nos pregunte, solo hace falta responderle: sí quiero.
Tenemos que sacar lo mejor de cada uno y eso solo puede ser cuando se descubre el verdadero Amor. El Señor se hace esperar, se toma su tiempo, pero no defrauda. Confía en él.
No podemos mantenernos sanos en un mundo enfermo. No somos autosuficientes. Necesitamos de Dios. Él se ofrece para salvarnos. ¿Vamos a atender su llamada?
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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