Aprender de los mejores ilumina las tempestades (virtudes)



Todos nos hemos encontrado a personas que nos han irradiado luz con sus palabras, con su comportamiento o con su actitud en la vida y nos han hecho desear parecernos a ellos. Personas que destacan por su paciencia y tolerancia, personas humildes y sencillas que te transmiten paz y aceptación; personas generosas siempre dispuestas a ayudar y a ponerse al servicio de los demás; personas con las que merece la pena pararse y simplemente escucharles u observar lo que hacen, lo que dicen y cómo lo dicen; personas que dejan y han dejado huella en el mundo y en su paso por la vida; personas que no solo mantienen ciertos valores sino que también practican las virtudes y las transmiten a los demás; personas que han estado en nuestra boca con una pregunta: ¿cómo lo haces? Y estas personas son precisamente las mejores para aprender de ellos.

Debemos recordar que las virtudes son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien, nos hacen crecer como personas, son rectos comportamientos que regulan nuestros actos. La persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican la prudencia, una de las principales virtudes. Esas personas que se mantienen apartadas de las críticas, de opiniones que pueden crear conflicto, de conversaciones que pueden dañar a otro, de noticias que buscan crear polémica y destruyen en vez de aportar valor; personas que no se precipitan en sus decisiones y acciones prefiriendo conocer aplicando los principios morales, ya que la prudencia guía directamente el juicio de conciencia.

Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican la justicia. Esas personas que lejos de buscar intereses personales y particulares, busca siempre dar al prójimo lo que es debido, respetando los derechos de cada uno, rectos en sus pensamientos y en su conducta, con la máxima moral y ética para no hacer daño a nadie.

Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican la fortaleza. Esas personas que aceptan y cumplen con sus responsabilidades venciendo los obstáculos; personas que vencen sus miedos y luchan contra la adversidad.

 Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican la templanza. Esas personas que dominan la voluntad controlando sus instintos; personas que se dominan a sí mismo en sus pensamientos, en sus decisiones y en sus acciones transmitiendo su paz interior con su mansedumbre y serenidad.

Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican la humildad. Esas personas que rehuyen el reconocimiento o la alabanza no presumiendo de bienes, dones, cualidades o capacidades, mostrándose siempre sencillos en su hablar y en su obrar.

Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican el perdón. Esas personas que saben reconocer sus errores y saben pedir disculpas, siendo a su vez compresivos y tolerantes, aceptando el perdón de los demás dando nuevas oportunidades.

Aprender de los mejores es fijarnos en esas personas que practican la generosidad. Esas personas que comparten, transmiten y contagian a los demás con sus conocimientos y sabiduría, poniendo sus bienes y sus dones a su servicio.

Aprender de los mejores desde el punto de vista personal y humano es la gran enseñanza que siempre nos dirige a descubrir cual es el verdadero sentido de la vida haciendo de nuestro trabajo, de nuestra relación con los demás, de nuestro caminar por la vida y de nuestras decisiones, el sobresaliente en el « gran máster del amor al prójimo y de la felicidad».


Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. 
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"




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