¿Te atreves a salir del armario?
Armarios hay muchos, cada uno tiene el suyo y existe ese miedo a salir por no tener la suficiente valentía para atreverse a dar el « temible paso» de enfrentarse al mundo exterior.
Pues sí, ahora que se lleva tanto y no pasa nada por decirlo, yo también he salido del armario, de mi propio armario particular. Me ha costado, porque uno es un idiota y un cobarde, pero lo he hecho. Es cierto que a los «raros» nos miran mal o nos critican, pero yo me he decidido a dar ese paso esperando el respeto que todos merecen al salir de su armario personal, laboral o familiar.
Yo me
he decidido a abrir esa puerta que me daba tanto miedo y salir dando testimonio de mi fe y diciendo
que soy católico practicante, que voy a misa a diario, que rezo, que me confieso y comulgo,
y que como dice el fantástico cómico Andrés Torres, católico también: creo que hay cielo y que por eso estudio
todo lo que puedo aquí en la tierra, porque si allí arriba me hacen un examen,
me gustaría aprobarlo.
Y además me dije, si se sale del armario hasta en las empresas, decidiéndose a expresar las diferentes opiniones, aun a riesgo de ser señalado, ¿por qué yo me voy a abstener de ello?
Esto es fantástico: respetar y ser respetado sin molestar y sin ofender a nadie. Es más, con la satisfacción de poder compartir aquello que te hace feliz y que crees que le puede hacer feliz a los demás.
Algo de esto ya lo comentaba en mi artículo «¿Por qué nos da vergüenza hablar de Dios?», que podrías releer por si aquí no me expreso con suficiente claridad.
Es una satisfacción abrir el corazón y dejar que salga todo
ese amor y alegría que tienes dentro, después de tanto tiempo encerrado rehuyendo
cualquier palabra o mirada que me pudiera doler, o que más bien, eso
estuviera ofendiendo a quien tenía frente a mí.
¡Oye, y estoy contento de haber salido de ese armario! —Ya lo habréis comprobado en mis muchos artículos anteriores—. Como
que ya no me importa lo que puedan pensar o decir. Bueno, sí me importa porque desconocen mi sentimiento y de dónde viene mi alegría y felicidad.
Os invito a salir de ese armario tan particular que tenemos los creyentes y que muchos parecen no dejarnos abrir, sin entender por qué. Lo que me satisface, es cuando algunos se enteran y te preguntan sobre eso que desconocen, con ganas de saber qué se siente y por qué se quiere compartir.
Tenemos que ser cadenas para transmitir todo lo bueno que otros transmitieron antes que nosotros. Debemos unir aquellos eslabones que tenemos tan cerca: hijos, familiares, amigos, compañeros... para que esa cadena siga, no se rompa y a todos pueda llegar ese mensaje de amor que tanto se necesita.
¡No tengáis miedo!
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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