Cada día es mas acusado el déficit de atención de unos y otros, debido al foco egoísta de los intereses personales o particulares que dirigen nuestra vida.
Parece que nada importa a nuestro alrededor porque todo aquello que nos puede distraer o interrumpir retrasa nuestro camino a esa meta fijada. No nos damos cuenta que precisamente por no poner atención en todo aquello que nos parece superfluo y poco importante, esa meta no llega nunca a satisfacernos como habíamos pensado.
No prestamos atención a la familia porque la tenemos ahí y nuestra dedicación, nuestro tiempo y nuestro cariño va disminuyendo, dejándola a un lado porque entorpece nuestro supuesto y "maravilloso" sueño, nuestra meta para el éxito y supuesto bienestar mal llamado felicidad.
No prestamos atención a quién se cruza en nuestro camino, porque las prisas y el desinterés por las cosas de los demás creemos que no nos aporta ni nos aportará nada, rechazando todos los mensajes que sí nos aportan y nos pueden hacer entender el verdadero sentido de la vida.
No prestamos atención a nuestros hijos y nunca terminamos de entenderles, de aconsejarles y de ayudarles como merecen y necesitan, dejándoles sin referentes, conduciéndoles a una búsqueda equivocada del sentido de la vida que para nosotros es más cómoda y no distrae nuestros oídos de lo que nos parece "verdaderamente importante".
No prestamos atención a nuestros amigos, mirando para otro lado sin interés alguno cuando responden a nuestras propias preguntas, pero sobre todo cuando contradicen nuestra opinión o procuran corregir alguno de nuestros errores.
No prestamos atención a los clientes, anteponiendo las prioridades y beneficios de la empresa a las verdaderas necesidades de ellos, logrando un objetivo y una meta, pero equivocada.
No prestamos atención a los pacientes, incluso no levantando la cara de la mesa, prefiriendo atender a muchos y mal, que a pocos y bien, porque así parece que lo establece el sistema, sin pararse a pensar que la primera solución ante cualquier dolencia es la escucha.
No prestamos atención a nuestros colaboradores porque nos creemos poseedores de la verdad y de la razón, y además tememos que nuestra ignorancia sea descubierta con su sabiduría.
No prestamos atención a aquello que requiere dedicación para entenderlo bien, dejándonos llevar por dimes y diretes, falsas noticias, bulos y palabrería barata, pero que llega a nuestros oídos simplemente con apretar un botón, no dándonos cuenta del daño que nos hace no estar bien informados, además del daño que hacemos nosotros mismos con transmitir "mensajes y noticias" que confunden.
No prestamos atención a nadie ni a nada, ni siquiera a lo que viene directamente de arriba. Vamos tan rápidos que no escuchamos los innumerables mensajes a nuestro paso, porque la falta de tiempo, el gran ruido y el poco silencio, oculta aquello en lo que debemos pararnos a pensar.
El déficit de atención cada día es más grande porque nada más que escuchamos lo que otros, con su particular megáfono, quieren que escuchemos para invitarnos y conducirnos hacia esa supuesta meta, que lamentablemente creemos equivocadamente que es la nuestra y la mejor.
Abramos nuestros ojos y prestemos la debida atención, porque ante tanta oscuridad debemos descubrir aquello que brilla, para poder aportar a su vez la verdadera luz que ilumine a nuestro alrededor.
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
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